domingo, 29 de septiembre de 2013

La Mejor Oferta - Crítica


AmArte

Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso) vuelve a concebir una película inteligentemente escrita, combinando drama, romance, algunas pizcas de thriller y un siempre bien recibido aspecto intrigante.
En La Mejor Oferta nos encontramos con un Geoffrey Rush encarnando excelentemente a un experto en el mundo de las subastas, restauración y obras de arte llamado Virgil Oldman. Un sujeto antisocial, supersticioso y con un carácter que sólo sus más allegados parecen saber tratar. El punto de descolocación del protagonista se da cuando una joven (Sylvia Hoeks) le encarga tasar y vender una colección de productos de gran valor artístico que ha heredado de sus padres. Ella, al padecer una extravagante enfermedad psicológica que no le permite salir del encierro de su cuarto ante la presencia de personas en su hogar, comienza a despertar la curiosidad y el interés de nuestro intérprete principal.


Tornatore consigue que el personaje de Rush se parezca a su film: refinado, suntuoso, elegante, capaz de elucubrar grandes diálogos y de mostrarse presentable ante cualquier puesta en escena. También logra enlazar al espectador a partir de la inclusión del componente enigmático, a cargo de Hoeks y su constante ocultación de figura y rostro. Esa expectación lo lleva a Oldman a la maquinación y la obsesión casi enfermiza por la solitaria muchacha, al punto tal de ir sufriendo una transformación a lo largo de la historia en su manera de ser y de actuar, una mutación que solo puede ser entendida bajo los efectos del enamoramiento.
Lo interesante concierne, también, al doble juego al que nos somete su conductor ante las posibles similitudes entre la falsificación de una pintura y la que tiene que ver con los sentimientos. Todo ello volcado a través de imágenes y conversaciones de alto calibre interpretativo.
Movimientos de cámara excelsos y una ambientación distinguida tornan sutil a esta narración con ciertos aires “hitchcockianos”, en donde las actuaciones colaboran enormemente a concretar una cinta casi redondita de no ser por algunas determinaciones discutibles.

LO MEJOR: Geoffrey Rush, brillante papel. La filmación, el recurso a diferentes géneros para conectarnos con el relato.
LO PEOR: extensa en metraje. La vuelta de tuerca parece anunciarse con antelación.

PUNTAJE: 7,4

sábado, 28 de septiembre de 2013

Películas del Recuerdo - Corre, Lola, corre (1998)


La mini maratón de Franka

Efectivo film que acaparó la atención del público y de críticos de prensa a partir de una historia de escasa duración (73 minutos) dotada de un ritmo lleno de nervio.
Franka Potente es la protagonista de este relato poco común, interpretando a Lola, una joven que busca la forma de reunir una suma importante de dinero que su novio (Moritz Bleibtreu) ha perdido y debe ser entregado a un jefe de la mafia. Lola debe ingeniárselas para aunar tamaño efectivo y obrar velozmente, disponiendo tan solo de veinte minutos para concretar la operación.


Tom Tykwer, director y guionista, baña la proyección de una atmósfera adrenalínica, en donde no hay lugar a pensar demasiado. Su objetivo es llevar al espectador a disfrutar de la agilidad y la energía que porta el relato, utilizando e intercalando infinidad de recursos cinematográficos que posean una misma simetría rítmica. Para ello se encarga de apelar a una gran diversidad de planos y movimientos de cámara, así como también a la animación, al empleo de instantáneas fotográficas, algún que otro flashback y una banda sonora tecno, electrónica, aguda.
Pero probablemente lo más interesante de esta algo videoclipera película radica en la elección por incluir variadas determinaciones según pequeños detalles que surjan en el camino de Lola, modificando cada elemento la conclusión. Tres alternativas, tres resoluciones diferentes, en donde cada acción comienza igual pero ante cualquier pormenor que emerja el final cambiará rotundamente, en una suerte de efecto mariposa.
Corre, Lola, corre es un ejercicio visual interesante, creativo y con estilo propio. Una propuesta diferente que quizás peque de no dejar una sensación de satisfacción plena.

LO MEJOR: la narrativa y el dominio de diferentes recursos técnicos al servicio de una misma idea: la de generar tensión y no dejar caer en ritmo al film.
LO PEOR: tiene aires más bien de cortometraje. No termina de llenar. Los momentos de animación podrían haber sido mejores.

PUNTAJE: 7

jueves, 26 de septiembre de 2013

Dragon Ball Z: La batalla de los dioses - Crítica


De dioses y saiyajines

Suele suceder, como en una suerte de regla o ecuación, que a mayor expectativa, más grande es la desilusión. Y es muy probable que sus seguidores sientan algo de eso, porque a pesar de no terminar de ser un mal producto, Dragon Ball Z: La batalla de los dioses falla notablemente en los puntos en donde el film debía arrasar o destacarse.
La narración se ubica unos años después de lo que significó la última etapa de Dragon Ball Z, tras el ferviente y vigoroso enfrentamiento con Majin Boo. Allí se hace presente un villano bastante peculiar, el Dios de la destrucción. Éste, llamado Bills, es un holgazán que ha despertado de una siesta de décadas con el afán de encontrar un guerrero poderoso que decida medirse con él, aferrándose a la eventual existencia de un Dios Saiyajin. Emprende viaje hacia la Tierra, donde Goku y compañía tratarán de no hacerlo enfadar para que no destruya el planeta.
Nada para reprochar hay en lo que respecta a la animación: como era de esperarse este aspecto es de lo mejorcito de la película. El problema elemental está dado en el excesivo e infantiloide recurso a las bromas y chistes repetitivos, con muecas y gestos que se van agotando y quemando cada vez más con el correr de los minutos. Si bien el modo de hacer humor siempre fue apreciable en la creación de Akira Toriyama, en esta entrega se apela tanto al intento de hacer reír al público, que parece olvidarse que Dragon Ball cautivó a las masas por, sobre todo, sus agudos y penetrantes momentos de lucha.


El personaje de Bills, más allá del enorme potencial que expone cuando le toca sacar a la luz su fuerza, carece de carisma y nunca genera lo que han sabido cosechar los terribles Freezer, Cell y Boo: temor, tensión, preocupación.
Más allá de pasearnos por secuencias muy entretenidas (primordialmente en la primera media hora) y de contar con unos buenos guiños que entusiasman a cualquier fan (a saber conversiones en distintas fases de súper saiyajines, alguna siempre atractiva fusión, etcétera), el relato nunca acaba de inquietarnos y angustiarnos (como sí lo conseguía la serie). Para colmo, las batallas se toman un descanso casi tan largo como el que se echa el Dios de la destrucción en el film y no se exhiben hasta llegar al último tramo.
Amena pero olvidable, Dragon Ball Z: La batalla de los dioses no trasciende y echa a perder la oportunidad de vincular nostálgicamente a los incondicionales del taquillero animé.

LO MEJOR: algunos (sólo algunos) ratos graciosos. La aparición de todos los personajes. La animación.
LO PEOR: se desperdicia una buena ocasión de satisfacer al público. Por instancias infantil. Bills, un villano bastante aburrido. Tensión nula. Las peleas ocupan poco espacio.

PUNTAJE: 5

domingo, 22 de septiembre de 2013

2 Guns (Dos Armas Letales) - Crítica


El dúo dinámico

Imposible aburrirse. Dos Armas Letales deja un gran sabor, dulce como la venganza (como en algún momento citan algunos de sus participantes) y con ganas de degustar una rebanada más.
Baltasar Kormákur (Contrabando) es el director y responsable de esta especie de buddy film súper ágil rítmicamente y abarcador de una mezcla perfecta de diversos géneros. El islandés emprende una filmación vigorosa desde lo técnico, con planos enérgicos y efectivas dosis de efectos especiales, sumándole una narrativa a pura adrenalina que no hace más que dar lugar al entretenimiento a escalas crecientes.
La historia nos remite a un agente de la DEA (Denzel Washington) y a un oficial de Inteligencia Naval (Mark Wahlberg), quienes roban un banco haciéndose de un motín de más de 43 millones de dólares. Ninguno de los dos conoce la verdadera identidad del otro, y entre desvíos y virajes, se ven envueltos entre distintos tipos pesados, todos en busca del efectivo y sin escrúpulos ni flexibilidades para obtenerlo.


El ingrediente principal, fuerte y picante de la película está dado en las actuaciones brillantes y contagiosas del dúo protagónico. Desbordantes de chispa y con un feeling majestuoso entre ellos, Wahlberg (impulsivo y canchero) y Washington (más frío y calculador) parecen divertirse y conocerse de toda la vida; la naturalidad con la que emprenden las intervenciones es la que logra meterse al público en el bolsillo. La acción, los tiroteos y un suculento y bien recibido humor (en ocasiones tan negro como gozoso) están a la orden del día, todo proyectado de un modo raudo, vivaz.
Pero más allá de que los “héroes” conformen lo superlativo de la cinta, los secundarios (Bill Paxton y Edward James Olmos) también aportan lo suyo a base de un carisma irrefrenable.
Kormákur termina concibiendo un film redondito, en donde además incluye unas cuantas hábiles vueltas de tuerca. A Dos Armas Letales, incluso, vale la pena perdonarle algunas falencias o resoluciones exageradas.

LO MEJOR: Wahlberg y Washington, standing ovation para ambos. La química que tienen en el relato. Acción, excelentes gags. Musicalización. No para un minuto, entretiene.
LO PEOR: determinaciones algo desorbitadas, algunas se pueden pasar por alto.

PUNTAJE: 8,6

viernes, 20 de septiembre de 2013

This is the End - Crítica


Comedia se busca

Seth Rogen y Evan Goldberg debutan desde la dirección con esta película que, en su intento de combinar lo gracioso con lo apocalíptico, se queda en el camino sin resucitar a un rubro en crisis en materia cinematográfica.
Lo que aparentaba ser un concierto de frenesí sin parates encuentra en su desarrollo unos cuantos baches en lo que respecta a gags y a diálogos que, en su afán de divertir, se tornan repetitivos hasta la supresión del mínimo esbozo de sonrisa en nuestro rostro. Si bien la banda sonora ayuda a aligerar el ritmo y a hacernos pasar momentos apreciables, hay algo que no termina de encajar, de funcionar.
This is the End parte de la reunión de actores en una fiesta desbordante de alcohol y fumatas. Un temblor apabulla a los invitados, de la mano del acercamiento del fin del mundo, por lo que los sobrevivientes deciden instalarse en la casa de James Franco, resistiendo amotinados allí mientras se va dando una serie de sucesos hilarantes.


El gran problema del film radica en la dificultad por encontrar regularidad entre una escena y su subsiguiente; cuando se está merodeando y circulando alrededor del punto más cercano al clímax, algún hueco rompe el esquema echando todo por la borda.
Aquello que incita a la diversión y al descontrol de los personajes por la ingesta de sustancias alucinógenas es efectivo si se aplica en la medida justa, pero cuando los directores se enamoran de sus propios recreos de humareda el asunto se pone tan redundante como inmaduro.
En This is the End, Seth Rogen hace de Seth Rogen; Jonah Hill encarna a Jonah Hill, y así sucesivamente, por lo que cada uno de los sujetos recurren (probablemente de los aspectos más destacables) de buena forma a la autoparodia, burlándose de sí mismos en determinados pasajes de la historia.
Si bien posee unos cuantos trozos ocurrentes y socarrones capaces de hacer reír al espectador, la proyección peca de abusar de elementos muy utilizados en las comedias contemporáneas, quedando a mitad de camino no sólo hacia la superación, sino también al alcance de la media.

LO MEJOR: Jonah Hill, definitivamente tiene un carisma muy peculiar, contagia, agrada. Un par de instantes hilarantes. Ending scene.
LO PEOR: le cuesta horrores encontrar estabilidad. Tambalea entre secuencia y secuencia. No es tan desternillante como solicita el género. Le sobran, al menos, quince minutos

PUNTAJE: 5

lunes, 16 de septiembre de 2013

Películas del Recuerdo - Being John Malkovich (1999)


La puerta indiscreta

Una propuesta tan distinta como arriesgada, intensa y extraña, con la particularidad de no dejar indiferente al espectador, independientemente de que lo conquiste o no.
Being John Malkovich es una comedia fantástica, en ambos sentidos de la palabra: desde el surrealismo y el costado que merodea la ficción y desde lo interesante y atractiva que resulta. Spike Jonze saca a relucir su producto envuelto en una enredadera creativa capaz de hipnotizar y a la vez confundir, a base de cuestiones insólitas, irreales y apelando a un humor absurdo pero apreciable y bien concebido.
John Cusack encarna de modo muy natural y creíble a un titiritero talentoso, cuyo arte callejero nunca logra dar el salto de calidad que lo catapulte hacia un negocio rentable en su rubro. Empujado por su mujer (una afeada Cameron Diaz), obtiene empleo en una suerte de antro ubicado en el piso 7 y medio de un edificio. Allí descubre (además de a una sugerente Catherine Keener) un pequeño compartimento que opera como un túnel transportador hacia la mente de John Malkovich, lo que le permite visualizar las cosas a partir de sus ojos.


La película es una clara de muestra de cómo, pese a su excentricidad y a lo remoto de los acontecimientos, abordar asuntos que hacen al pensamiento del ser humano. Dentro de ellos encontramos el deseo, la ruptura, el engaño, la desazón por el fracaso y la desilusión, pero por sobre todas las cosas, la sensación de exteriorizar a través de otro lo que uno advierte que no puede alcanzar por cuenta propia.
Con unos cuarenta minutos iniciales envolventes, Being John Malkovich acapara nuestra atención trasladándonos espontáneamente a la experimentación de estados magnéticos, casi de la misma forma en que sus personajes se introducen en ese portal dentro del que vuelcan todas sus desinhibiciones inconscientes, sexuales y proyectuales. Todo aquel universo ilusorio y algo retorcido que crea Jonze cuenta con el infortunio de sufrir algunos parates en lo que concierne al desarrollo de la proyección, desenlazándonos brevemente, pero luego resurgiendo gracias a unos sugestivos virajes argumentales que terminan redondeando una más que estimable obra.

LO MEJOR: el ingenio para idear y sumergir al espectador en un mundo tan estrambótico. Las actuaciones, convencen todas. Un producto distinto. El tipo de humor aplicado funciona.
LO PEOR: parece plancharse un poco y resultar, por momentos, que pierde el rumbo o eje.

PUNTAJE: 7,6

sábado, 14 de septiembre de 2013

Drive (2011) - Crítica


Sanguinaria y extrañamente sentimental

Considerada una película de culto, Drive convence gracias a, sobre todo, un baño visual-artesanal aplicado por su director, Nicolas Winding Refn.
Estamos en presencia de un relato de cine negro tan impactante como impecable en lo que concierne a la fotografía, con una poderosa banda sonora que acompaña a la perfección el slow motion (en ocasiones agotador) que se impone en unas cuantas secuencias. Pero Drive también la juega de drama, romance (con un estilo muy peculiar), thriller y unas contadas pero efectivas dosis de acción.
Ryan Gosling parece de piedra. Un tipo frío, inexpresivo, que a cara de póker trabaja en un taller de autos mientras también es piloto especialista de cine. Además (y esta es la parte turbia y más atractiva), suele obrar como chofer de delincuentes en las oscuras noches de Los Ángeles. Un tipo recio, de pocas palabras que parece esbozar una sonrisa sólo y cada vez que se topa con su vecina (Carey Mulligan).


Drive posee una diversidad de componentes favorables y un puñado de elementos que opacan el seguimiento de quien observa la narración. Como pros cabe destacar: el arte para la óptica humana que se refleja en cada plano, escena y efecto de iluminación; la narrativa rara y distinta que se propone; las secuencias en donde cobran fuerza los enfrentamientos (sangrientos, cruentos). Desde el otro flanco, las contras se hallan en el ritmo mayoritariamente anodino, casi insustancial en cuanto a método de presentación de los sucesos. Refn parece enviciarse con la cámara lenta y abusa de ella hasta el hartazgo por utilizarla en instancias en donde se podía prescindir de dicha técnica.
Una proyección diferente, de estilo elegante, que goza de un rodaje superior a la media, un neo-noir con aires de romance (por cierto bastante gélido), en donde lo más apreciable se advierte en la estética seleccionada para su puesta en escena.

LO MEJOR: Gosling siempre cumple. Ambientación, dirección de fotografía. Instantes de tensión y acción.
LO PEOR: lenta, en demasía. La pomposidad visual no se condice con el transcurso de los acontecimientos. Deja un sabor agridulce.

PUNTAJE: 6,7

jueves, 12 de septiembre de 2013

Cacería macabra (You're next) - Crítica


Entretenida y bestial

El cine slasher suele contar con la presencia de un demente encargado de una matanza tan desaforada como veloz, sin necesidad de hacer agonizar demasiado tiempo a sus víctimas. Ese es uno de los componentes de este subgénero de los films de terror, y en Cacería macabra se hace manifiesto durante todo su metraje.
Adam Wingard, desde su dirección, se muestra decidido y con el pulso firme a la hora de enseñarnos un festival visceral y salvaje en donde cada asesinato parece acarrear una buena cantidad de sangre y cortes profundos. Prácticamente insulsa en lo que respecta a su guión, el enfoque está puesto en la agilidad narrativa mediante la que se entretiene al espectador, combinando una banda sonora variada y vigorosa con una filmación más que aceptable cuyos recursos técnicos y transiciones por momentos superan la media.


La historia, cualunque y sin aportar nada novedoso, nos remite a un matrimonio con un pasar económico importante que, como festejo de su 35º aniversario, decide invitar a sus cuatro hijos con sus respectivas parejas a lo que funciona como casa de vacaciones (por cierto y como es de costumbre en este formato de cintas, alejada de todo aquello que tenga que ver con lo urbano). En el medio de debates y discusiones entre hermanos, un grupo de muchachos con máscaras de animales interrumpen la cena a base de todo tipo de ataques punzantes que comprenden desde ballestas y hachas hasta una buena “colección” de navajas, cuchillos y piezas afiladas.
En Cacería macabra los sobresaltos resultan efectivos inicialmente, pero con el correr de los minutos van perdiendo fuerza, mutando el relato más bien en un show de acción y suspenso con pequeñas bocanadas de humor negro.
A pesar de ciertos baches y de previsibilidad resolutoria sobre los tramos finales, la película logra cumplir con su objetivo, orientado a la búsqueda de la satisfacción del público en cuanto a esparcimiento y recreo vibrante y visual, dejando bien parado al género con apreciables guiños ochentosos.

LO MEJOR: el humor negro que se le imprime. La escena final. Entretiene.
LO PEOR: nada nuevo. Tiene algunos parates en los que las persecuciones y la tensión fallan.

PUNTAJE: 6,4

domingo, 8 de septiembre de 2013

Películas del Recuerdo - Mulholland Drive (2001)


Hipnosis made in Lynch

Mulholland Drive es confusa, misteriosa, una película de culto que no deja indiferente a quien la vea. También es cierto que no es apta o recomendable para todo aquel que no sea gustoso del tipo de narraciones que crea Lynch. Una de esas obras difíciles de calificar.
Como suele suceder con films de este director, la intriga aparece como marca de fuego, además de elementos que dan cuenta de una especie de thriller psicológico con pinceladas surrealistas propias y únicas del creador de Twin Peaks.
En Mulholland Drive nos encontramos con una aspirante a actriz (Naomi Watts), que se aloja en Los Ángeles para comenzar a cimentar su carrera en la industria del cine. En el departamento que su tía le deja para que pase sus días conoce a una extraña mujer que se hace llamar Rita (Laura Elena Harring). Esta padece amnesia, producto de un accidente automovilístico. Forjan relación para indagar acerca de cómo arribó Rita allí y quién es verdaderamente.
Lynch nos transporta de un lado a otro, enseñándonos mini historias aisladas, que parecen no tener ningún entrecruce entre ellas. Elabora pasajes oníricos como sólo él puede construir, intentándonos confundir al ahorrarse explicaciones que revelen qué es lo que está sucediendo. En la cinta los diálogos no confiesan ni ayudan demasiado a descubrir el enigma central del relato; lo que quiere David es simplemente sumergirnos en lo que las imágenes sugieren de modo pongamos un enfoque exhaustivo sobre cada movimiento o circunstancia que acontezca.
Aprovecha la sensualidad de Harring y Watts para delinear algunos trazos de erotismo condimentados con el ingrediente retorcido que frecuentan sus historias, mientras va engendrando, en determinadas escenas, esa ambientación tan oscura como infernal y macabra para suscitar un poco de horror y mucha tensión en el público.
En el tramo final, Mulholland Drive delata a través de unas cuantas metáforas visuales, siempre fieles al estilo narrativo del director, lo que acaeció, sembrando dudas en un espectador que factiblemente complete su hipótesis personal con información adicional.

LO MEJOR: el modo de relato, puesto al servicio de la combinación entre musicalización, imágenes, excentricidades, surrealismo y enmarcación oscura. Las actuaciones.
LO PEOR: duración extensa. Algún que otro exceso quizás innecesario.

PUNTAJE: 7,5 

viernes, 6 de septiembre de 2013

R.I.P.D. Policía del más allá - Crítica




Rest In Peace

Prácticamente incalificable, esta entrega irreverentemente absurda cuenta con la particularidad de poner al espectador en un estado que oscila entre el aburrimiento y la ira. Sentirse estafado tras ver R.I.P.D. Policía del más allá es algo sumamente lógico.
¿Qué intentaba hacer Robert Schwentke, su director, cuándo dio a luz semejante engendro cinematográfico sobrecargado de imágenes tan aparatosas como de secuencias sin sentido alguno? La película posee una edición realmente muy buena en lo que concierne a efectos especiales, pero puestos al servicio de la nada misma, se cae de maduro preguntarnos de qué sirven. La historia no tiene pies ni cabeza, es un carnaval de sandeces y chistes sin la más mínima gracia que se iteran una y otra vez en una suerte de vómitos, flatulencias y elementos escatológicos de la más baja calaña.
Ryan Reynolds (con su repetida y única expresión de rostro) muere y extrañamente es abducido hasta el Departamento de Policía del Más Allá, donde encuentra como compañero a un veterano y experimentado Jeff  Bridges. Su tarea es proteger a los seres vivientes de una diversidad de monstruos, cuyas almas vagan en pena negándose a partir del mundo en que habitan.
En esta especie de copia barata de Men in Black, las incoherencias están a la orden del día, traspasando el límite de aquello que aún recurriendo al humor negro y siendo bizarro resulta atractivo y ameno para ver (Zombieland, por ejemplo), ocasionándonos únicamente desconcierto y rechazo ante cada una de las escenas que se presentan sin lógica ni dirección alguna.
Tediosa, ridícula, torpe, enfadosa y disparatada, R.I.P.D. Policía del más allá reúne, como ninguna otra cinta en el año, todos los artilugios negativos habidos y por haber para culminar conformando una proyección que no encuentra el rumbo durante todo su metraje, sin enfilar hacia ningún lado.

LO MEJOR: algunos recursos técnicos y efectos de edición.
LO PEOR: cómo con tan solo 90 minutos logra aburrir. No tiene coherencia. Guión paupérrimo. Sin gracia. Estrepitosamente ridícula. De a ratos hasta infantil en sus gags.

PUNTAJE: 2

jueves, 5 de septiembre de 2013

Séptimo - Crítica


Darín, siempre Darín

Y, un día, la ansiedad llegó a su fin. Con ella, un abanico de preguntas y reflexiones, todas y cada una de ellas referentes a la inmensa expectativa que se creó a partir de la promoción del film (un tráiler jugoso y atractivo, pósters, etcétera).
Séptimo enlaza, contagia, genera silencios que connotan concentración y hasta de a ratos apasiona. Sin embargo, también da lugar al cuestionamiento de determinadas resoluciones. La juega de thriller y, como tal, posee unos cuantos buenos condimentos que le sacan lustre al género: tensión (en instancias envolvente), suspenso, misterio. Pero sobre todo, cuenta con un elemento fundamental, imprescindible, el cual tiene nombre y apellido: Ricardo Darín. El actor con mayor poder de convocatoria del cine argentino resiste y supera con holgura y con una sobriedad sublime los mil y un planos que se le hacen. La cámara está todo el tiempo sobre él, quien a base de un nivel gestual, expresivo y actoral extremo compra una vez más al espectador.


Lo interesante de la historia radica en la búsqueda frenética de los hijos de Darín y Belén Rueda, un matrimonio en separación, con la española pendiente de que su marido le firme los papeles del divorcio. Los niños se esfumaron tras bajar las escaleras, cuando su padre descendía por el ascensor, en un pasatiempo cotidiano del que la madre supo advertir que no realizaran. ¿Dónde están? ¿Si no salieron del edificio cómo es que no se los encuentra? Allí comienza el juego de las hipótesis. La construcción de los personajes es buena, está cosechada de modo tal que cada uno de ellos resulte al menos en algún tramo sospechoso, enigmático. Hay tantos sujetos que pueden estar implicados y todo va transcurriendo tan rápidamente que casi no se da espacio a que quien observa enhebre una idea lúcida y con fuerza.
Quizás el problema principal de la cinta resida en lo que concierne a la vuelta de tuerca. Si bien no es mala, la manera en que se expresa materialmente ante nuestros ojos no colisiona de lleno con las emociones; a la narrativa elegida en el momento de sacar el giro a la luz parece faltarle un par de focos, siendo este aspecto el más desaprovechado del relato.
No se puede negar que Séptimo es una buena película y menos aún con el plus que le otorga la intervención magistral de Darín.

LO MEJOR: Darín. Santoro, en menor medida, pero cumple. La tensión, la manera en que se trata el tema, con mucho de realidad en el manejo policial. Enlaza.
LO PEOR: el modo en que se muestra la vuelta de tuerca. Los niños, una actuación más inocente de lo previsto.

PUNTAJE: 7,7

lunes, 2 de septiembre de 2013

Mud - Crítica


Cine independiente del bueno

Jeff Nichols escribe y dirige. Y lo hace bien. No hay largometraje en su haber en el que no esté su actor “fetiche”, Michael Shannon, en esta oportunidad en un papel secundario.
Mud es un relato armónico que combina prolijamente retazos de diferentes géneros, predominando lo dramático, lo aventurero y lo romántico. Aprovechando la vida rural en la que nos implica casi a cada instante Nichols, el espectador puede disfrutar de modo ameno y apacible lo que sugieren las imágenes, a partir de la belleza que evocan los atardeceres en islas, o bien a través del transporte de un lugar a otro en un pequeño bote, cruzando un manso lago.
Mud (Matthew McConaughey) es un tipo que se encuentra alejado de todo, escondido, de apariencia vaga (como lo llaman al descubrirlo). Un soñador que ha decidido refugiarse tras haber matado al hombre que le causó unos malos tragos a Juniper, la mujer que ama. No sólo su existencia comienza a reflotar después de la aparición de dos adolescentes (Tye Sheridan y Jacob Lofland), sino también la de estos jóvenes audaces, quienes lo ayudan sin pero alguno a intentar que nuestro protagonista se reúna con su adorada.
La película nos acarrea de la frialdad a la expresividad o calidez humana que uno puede exteriorizar, sin que esto sea una contradicción; el paso de la ilusión y la ceguera que genera el apego a una persona a la desilusión y la frustración. Una historia que maneja a la perfección sentimientos profundos sin la necesidad de recaer en la cursi, operando como un puñetazo en el estómago a fuerza de diferentes diálogos y acontecimientos que parecen dar cuenta que el crecimiento, a veces, va de la mano de circunstancias poco fortuitas que se experimentan y se viven a flor de piel.
El amor como motor de búsqueda hacia un sueño bañado de fe y la aventura como elemento a tomar impulsivamente, por instinto, sin temores ni remordimientos hacia lo que uno cree que es lo mejor, más allá de lo alto que pueda ser el muro con el que nos topemos.

LO MEJOR: las sensaciones a la que nos transporta la narración. El ritmo pausado no molesta, conduce por sí solo a buen puerto. Actuaciones. La veracidad que se le imprime a los diálogos.
LO PEOR: podía haberse resumido en menos de 130 minutos. Le falta algo para terminar de trascender.

PUNTAJE: 7,8