Ana Katz presenta una obra que mezcla
drama y comedia, con un ritmo tranquilo pero ameno, con situaciones que van
desde lo más naturales posibles hasta virar hacia lo impensado o inesperado. Y
en ese despliegue que también comprende lo visual (hay además un trabajo
poético y artesanal en el uso de imágenes como transición en instancias
particulares), la realizadora acierta, al crear un clima que provoca
sensaciones diversas en el espectador.
'El perro que no calla' habla, esencialmente, de
la vida misma, de sus vaivenes y de cómo todo puede cambiar de un momento a
otro. Y para ello se vale tan solo de 73 minutos en los que la soledad, las
costumbres, los silencios, las miradas que parecieran decir mucho y las crisis
existenciales y/o búsquedas de identidad se muestran con una claridad tal que
no necesitan explicaciones.
Daniel Katz compone a la perfección a Sebastián,
un muchacho de pocas palabras que deambula con una extraña tranquilidad, pese a
que vaya topándose con obstáculos en su camino y avance a trompicones, tratando
de adaptarse a distintas realidades.
La directora nos enseña el paso del tiempo de una
forma sutil y según los looks que acompañan a nuestro protagonista en cada
etapa.
Más allá de lo angustiante de algunas escenas, la
historia logra que lo melancólico se entremezcle con un estilo de humor
irónico, sencillo pero inteligente, que consigue sacar unas cuantas sonrisas.
'El perro que no calla' simplemente fluye,
mientras la sentida y sugerente música a cargo de Nicolás Villamil coopera con
lo que Ana Katz exhibe en pantalla, permitiendo que uno siga procesando
pequeños y valiosos detalles, incluso a largos ratos de haber terminado el film.
Lo
Mejor: el
modo elegido para narrar los acontecimientos. La combinación de drama con tonos
de comedia.
Lo Peor: algunas intermitencias en determinados pasajes.
Puntaje: 8 Alancitos Deambulantes sobre 10