Pasará lo que tenga que pasar
Christopher Nolan vuelve al ruedo tras dos años para sumergirnos en una odisea visual
de las que fascinan y de las que además dan que hablar. Su cine viene
dividiendo aguas, y esta no es la excepción, incluso es factible que se trate
de su obra más compleja y audaz. Interstellar
para muchos representa una pericia impresionante e inolvidable; para otros
(probablemente los que se agrupen en la minoría), una cinta discutible. Dentro
de este último bando, existen quienes se jactan de que el director apela a un
lenguaje demasiado científico, acusándolo de rebuscado. Si bien es cierto que
en determinados pasajes da la sensación de que cuesta un poco asimilar tanta
información, es atinado remarcar que este modo de presentar los
acontecimientos, con sus explicaciones y con todo lo que concierne a la teoría
cuántica, es el más serio y correcto para enfocar el tipo de cuestiones que el
relato aborda. Lo que Nolan
exhibe en pantalla suena convincente, creíble, serio y a la vez apasiona.
La Tierra está llegando a su fin y se recurre a una arriesgada misión
que se encuentra encabezada por el ingeniero-granjero Cooper (Matthew McConaughey) junto a Amelia (Anne Hatthaway), quienes emprenden un
viaje hacia más allá de nuestra galaxia con el fin de hallar respuestas que
permitan salvar a la humanidad.
Lo que el espectador más espera es el momento del gran despegue, ese
que lo interiorice y lo haga suspenderse más allá de las estrellas a la par de
los protagonistas. Pero al contrario de lo que dice el dicho, esta vez lo bueno
no tarda en llegar, dado que el prólogo también forma parte de lo atractivo;
resulta fundamental la presentación de los personajes, sus vivencias,
inquietudes y los dilemas que deben enfrentar. Todo esto se hace manifiesto en
lo que opera como introducción. Tiempo sobra para que
quedemos boyando en el espacio, puesto que Interstellar
se extiende a una duración de 169 minutos que, pese a lo fuerte que retumba ese
número de primera impresión, no abruman en densidades que nos desconecten con
la narración. En este aspecto es importante destacar el cómo, en referencia a
lo que se cuenta, y qué mejor que la mano de Nolan para dotar a la cinta de una inmensa cantidad de instancias
memorables, con diálogos que conservan el eco en la mente del público incluso
minutos después de terminada la función.
Pero el trabajo superlativo del realizador de entregas como Memento o The Prestige no queda aislado de todo lo que lo rodea y acompaña
con la misma vibra, con el mismo poder de enlace. Es aquí donde interviene la
banda sonora, a cargo de Hans Zimmer,
casi omnipresente y fortaleciendo aún más la potencia de las imágenes y la
profundidad de los eventos. Interstellar
funciona como un bombardeo apabullante (haciendo uso de la palabra en un
sentido positivo) de secuencias que halagan y estimulan lo sensorial.
Es difícil no caer en la comparación con 2001: A Space Odyssey, aquella película de culto de Stanley Kubrick, puesto que una y otra proyección
tienen puntos en común, pero también resulta válido encontrar similitudes o
guiños de Interstellar con obras
precedentes de su director. Esto podría explicarse en tramos en los que Nolan juega con la correlación del
tiempo entre una fase y otra (en el espacio y en la Tierra), así como lo hacía
en Inception, en la que marcaba la
diferencia entre el pasaje de las horas entre el mundo onírico y el real. Este
elemento que tan bien maneja el nacido en Londres sirve para acrecentar el
grado de rigidez y de nervio de la historia en sí, y dotarla de opresión.
El film no se limita únicamente a la ciencia ficción “hard”, con lo
técnico de sus explicaciones y sus postulados, además excava en lo afectivo y
adquiere un valor emocional significativo cada vez que se vuelca a lo
dramático. El vínculo paterno-filial pisa fuerte, cala hondo y ejerce como
empuje o motor de las acciones de nuestra figura central. Es entonces donde se
luce Matthew McConaughey, con una
interpretación nuevamente soberbia, dando muestra una vez más de lo que puede
llegar a dar a base de una admirable capacidad gestual y una presencia sólida.
Cuando la aventura espacial da inicio y el observador finalmente se
mete de lleno en esa odisea, las sensaciones y la postura cambian. A partir de
allí todo va mutando hacia lo que podría denominarse cine-experiencia, algo que
le cabe asimismo a Gravity. El viaje
es único, excitante y a la vez claustrofóbico. Existen escenas en que todo se
percibe sofocante, asfixiante y angustiante, siendo éstas unas impresiones que
no se viven de forma seguida en el cine. Nolan
se da el gusto de añadirle giros argumentales que le otorguen un poco más de
tensión al asunto, y nos exaspera a través de un recorrido incierto por el
orden de lo cósmico, insertándonos en diferentes planetas, agujeros de gusano,
agujeros negros y momentos en los que lo psicodélico y lo tétrico también
encuentran su espacio para presentarse.
Interstellar es tan abarcadora que escribir sobre ella se hace complicado.
Representa la fusión del drama con la ficción, el brote de los sentimientos con
el refuerzo de lo que comprende el apartado técnico de imágenes y sonido. Es
una experiencia gratificante, pero sobre todo apasionante y con corazón.
LO MEJOR: el modo en que se cuenta la historia. Lo emotivo, el viaje espacial
intenso y la experiencia única en la que se sumerge al espectador. La banda
sonora. Las actuaciones y la mano de los hermanos Nolan para combinar el cine de autor con una producción enorme.
LO PEOR: cuesta un poco acostumbrarse a las primeras explicaciones técnicas.
PUNTAJE: 10