Christopher Nolan ha transitado por diversos géneros al mando del
guión y de la dirección, obteniendo siempre un resultado por encima de la media
en calidad técnica, artística y narrativa, pese a que una gran cantidad de
detractores se esmere en querer demostrar lo contrario despotricando contra
cada una de las obras del director de Memento.
Dunkirk es tal vez la cinta que, de antemano, mayor
incertidumbre podía llegar a generar en el espectador, puesto que se trata de
una historia basada en hechos reales. Nolan se estaba
encontrando, además, frente a un desafío importante y ante una valla difícil de
pasar, teniendo en cuenta que nunca había abordado la temática relacionada a lo
bélico. Es que los relatos de guerra suelen tener puntos en común y
generalmente no se trata del género que más prefiere el público.
Puede que no sea la
mejor proyección del cineasta británico, pero posiblemente sí se trate de la
más madura de su filmografía, la más terrenal, por así decirlo. Existen muchos
factores que se conectan entre sí para acabar cerrando una película redonda,
realmente admirable y apasionante para los sentidos.
Sabemos que el creador de Inception tiene
una especie de debilidad y facilidad para jugar con los tiempos, algo que
demostró en la recientemente mencionada, también en Interstellar y
en Memento. En esta ocasión vuelve a innovar para contar lo
sucedido a través de tres historias que acontecen en diferentes escenarios y
con duraciones distintas, pero son congruentes entre sí. Y lo hace con
maestría, sumergiéndonos en cada una de las tramas a grandes niveles de enlace
y con recursos variados que sobresalen tanto a nivel técnico como narrativo.
Dunkirk no se trata de un sinfín de secuencias estruendosas
y sangrientas como quizás nos hayamos acostumbrado, en cierto modo, a
visualizar en cintas que ahonden en la temática. El film sobre la operación
Dinamo nos mete de lleno en la desesperación y en la angustia de los soldados
ante una enorme adversidad. Para ello, se complementan a la perfección la
fuerza de las imágenes, las sobrias actuaciones y la banda sonora de Hans
Zimmer (apabullante, aguda y penetrante). Este último elemento juega
un papel fuerte para acrecentar los niveles de rigidez que se exponen en
pantalla.
Bellísima artísticamente, con una
excelente utilización de planos que cumplen con su cometido a la hora de
denotar asfixia, exasperación y emotividad a la vez, la obra de Nolan conquista
y enerva. La tensión está muy bien lograda gracias a la presentación de
situaciones que de tan claustrofóbicas se hacen sentir con gran peso. La
cualidad para crear una atmósfera de nervio que ocasionan está cuidadosamente
dosificada en cualquiera de los escenarios en los que se desarrolla la
historia: en cada uno de ellos hay un punto de inflexión o motivo de complicación.
Interesante resulta lo llevadero que
se torna cada pasaje de lo que se nos cuenta casi prescindiendo de los
diálogos; sin la necesidad de rellenar espacios con habladurías vacías, el peso
recae en las expresiones de los rostros, en lo sonoro y en la sucesión de
hechos desfavorables que ocurren conforme el avance del film.
Un reparto a la altura de las
circunstancias (sorprende el jovencito Fionn Whitehead) como otro
de los componentes a mencionar, aunque algún que otro leve declive en
determinados tramos (por buscarle el lado negativo) cierran la generalización,
a grandes rasgos, de lo que deja Dunkirk, siendo de esas
proyecciones que maduran mejor en la mente a medida que pasan las horas,
encontrando detalles significativos.
Lo Mejor: la forma elegida para contar la historia. La banda sonora, la
fotografía y la calidad artística del film.
Lo Peor: alguna
intermitencia de enlace en ciertos tramos.
Puntaje: 8,9 / 10