martes, 29 de abril de 2014

El examen (Exam) - Crítica


Todo por un puesto

Unos cuantos años tarde se anuncia en la cartelera argentina Exam, film británico que tuvo lugar en el 2009, siendo la ópera prima de Stuart Hazeldine. Una temática peculiar que ha sido explorada en películas como, por ejemplo, El Método, en la que participaban actores como Pablo Echarri y Eduardo Noriega. Un relato que guarda poca congruencia con la realidad si se lo analiza desde la exageración propia de las situaciones a las que son sometidos y en las que se involucran increíblemente (en ambos sentidos de la palabra, principalmente en el que refiere a lo inverosímil) sus personajes.
¿Hasta qué punto la intriga necesita ser forzada? Existen eventos que, incluso fuera de lo que se considere como admisible, el espectador está dispuesto a aceptar como pasables. Pero en esta ocasión, y quizás ese sea el mayor problema aquí, los acontecimientos que se sortean a lo largo del metraje van desmigajándose cada vez más hasta llegar al punto de atravesar, o más bien romper esa barrera que separa lo permisivamente inconexo de lo que suena más descabellado que negociable. No se puede dudar del efusivo y prometedor arranque que posee la proyección, en primera instancia con la presentación de cada postulante y algunos tics o pequeñas muestras de personalidad del carácter de cada uno. Lamentablemente, si bien el enigma prevalece, lo que transcurre se va tornando progresivamente antipático, quitándole así sentido a la narración.


En Exam ocho candidatos para un puesto laboral compiten entre sí para tratar de hacerse con el ansiado cargo de una importante empresa. Una entrevista de trabajo que de movida se presenta enigmática, al valerse cada uno de los participantes de una hoja en blanco. Tienen ochenta minutos para responder una sola pregunta, un interrogante que aparenta nunca hacerse visible. Las condiciones para solucionar el planteo son opresivas y las consignas anunciadas inflexibles. Un guardia de seguridad los acompaña en la sala.
Todos los condimentos que hacen a la sinopsis y al tráiler del film son, por lo menos, atrayentes, despiertan curiosidad. La fotografía y la atmósfera angustiante colaboran. Cada sujeto saca a relucir su carácter y sus cualidades a la hora de afrontar la problemática en cuestión. Allí afloran temperamentos y roles dispares; el líder, el retraído, el especulativo, el tenaz. El trabajo en equipo versus la conducta individualista suprema.
Hazeldine sobrealimenta los sucesos, los engorda con recetas poco nutritivas y desbordantes de pimientos absurdos. El menú, con una apetitosa entrada, sigue su curso volviéndose tan poco gustoso en los platos siguientes que acaba tornándose finalmente desaborido para el paladar.
Exam juega al drama psicológico y, si bien sus intérpretes cumplen bien con su cometido desde lo actoral, falla en el cómo, resultando insuficiente para dejar satisfecho al observador.

LO MEJOR: la idea en general. La duración. La presentación.
LO PEOR: pierde el hilo. Todo se torna más descabellado e inverosímil de lo aceptable. Historia desaprovechada.

PUNTAJE: 4,7

viernes, 25 de abril de 2014

La gran noticia (Les grandes ondes) - Crítica


Cuarteto carismático… y revolucionario

La última propuesta del director Lionel Baier tiene sus instantes de gracia y de picardía. También pierde el hilo, en breves pasajes, y apuesta, en alguna que otra secuencia, al cambio de tono para no estancarse en un solo tipo de matiz. El sarcasmo está a la orden del día y los intérpretes colaboran mucho y positivamente en este aspecto. Todo se desarrolla durante 85 minutos.
De impecable ambientación y situada en 1974, La gran noticia no es una comedia de carcajadas, sino de momentos de chispa. Pinceladas y acertados bocadillos que no se extienden más de lo necesario en la premisa buscada. Un estilo de humor particular, sazonado con el siempre gustoso recurso a la sátira. El cuarteto principal congenia gracias a la buena química y al carisma de cada uno de los personajes. Valérie Donzelli, llamativa, le aporta el toque sensual, provocador y desafiante al grupo. Y por eso se destaca. Aquí encarna a una periodista obsesiva con conseguir su propio programa, que es enviada a Portugal para compartir la cobertura radial con un reconocido en la profesión (Michel Vuillermoz), un hombre con crecientes problemas en su memoria. Al equipo se suma un técnico (Patrick Lapp) y más adelante un joven portugués que maneja el idioma francés (Francisco Belard).


La bajada de línea que le realizan a quien comanda la emisora se justifica en el hecho de enseñarle a la gente el flanco positivo de lo que acontece en el mundo. Las personas no tienen ganas de levantarse de su cama con noticias que hablen de guerras y conflictos, parecen inculcarle a quien lidera la encomienda de radiodifusión. Entonces les solicita a sus enviados que se encarguen de divulgar la ayuda suiza a países con dificultades. En el viaje, y de trasfondo, estalla la Revolución de los Claveles.
La película gana puntos cuando apela a la ironía, componente que se hace presente desde la primera secuencia de la narración, hasta en los diálogos de quienes interactúan y en diversas situaciones que ocupan lugar a lo largo de la proyección. Los cuelgues e inconvenientes a la hora de rememorar eventos por parte de Michel Vuillermoz, así como también su deficiente portugués, son factores que juegan una agradable pasada para el espectador.
Incluso siendo poseedora de un metraje escaso, La gran noticia no acarrea un nivel de enlace parejo y quizás ese sea uno de sus déficits más importantes. Algunos cambios bruscos (pocos, por cierto) en cuanto al tinte que parecía primar en el relato tampoco acaban resultando de los más atinados.
En líneas generales, Les grandes ondes es un film de pasillos amenos, de ritmo agradable pero que no aporta nada sobresaliente dentro del género.

LO MEJOR: las actuaciones. El recurso a la sátira como modo de humorada.
LO PEOR: pierde el fuelle en algunos momentos. No genera entusiasmo para volverla a ver.

PUNTAJE: 5

miércoles, 23 de abril de 2014

Divergente - Crítica


Abnegación por marcar un camino

Neil Burger supo alcanzar el pico de su línea filmográfica con la brillante obra protagonizada por Edward Norton, El Ilusionista. En aquella oportunidad su narración guardaba lugar en el 1900, con un drama de época que intercalaba magia con intriga. Aquí, en Divergente, la historia se sitúa en un tiempo mucho más adelantado, en otro de los tantos futuros post apocalípticos que nos suelen enseñar en diversas películas, principalmente en aquellas enmarcadas dentro del género de ciencia ficción. Un relato intermitente, con altibajos, en el que se expone una crítica hacia la amplia brecha que separa a quienes se encuentran en una posición de poder vigorosa de quienes ocupan estatus más débiles. Los que ejercen autoritariamente dominio y los sometidos. A partir de allí, como punto de inflexión entra en juego la rebeldía como elemento movilizador.
Basado en la novela que lleva el mismo título que la proyección, el film nos interioriza en un mundo distópico, en el que los seres humanos están categorizados según su personalidad y su elección dentro de distintos frentes: Abnegación, Osadía, Cordialidad, Verdad y Erudición. Nuestra protagonista, Beatrice (o Tris, como se hace llamar), bajo la interpretación de Shailene Woodley (de aceptable labor aunque dé continuamente la sensación de no portar la presencia y la expresión necesaria para el papel), es Divergente, y esto supone una amenaza para los mandamás del sistema, dado su variabilidad a la hora de obrar y pensar.


La pregunta, con la temática sabida de antemano y aún más con el desarrollo de los acontecimientos se cae de madura al hallar una clara asociación entre esta cinta y la taquillera Los juegos del hambre. Las cartas puestas sobre la mesa son prácticamente las mismas. Desigualdad social, arbitrariedad y órdenes dictatoriales que bajan por capricho desde los rangos que detentan mayor nivel de riqueza y, como si fuera poco, una heroína como revolucionaria. Cualquier similitud con la saga protagonizada por Jennifer Lawrence, ¿es mera coincidencia?
Divergente tiene un arranque interesante que crece en ritmo a medida que vamos conociendo a Tris y al duro panorama que debe enfrentar para sobreponerse a las trabas y dificultades con las que se va topando. Probablemente su trasfondo romántico peque de cursi y colabore para que la dinámica se baje de un hondazo hasta arribar al tramo final. La película no aporta nada nuevo a un tipo de historia que se siente amena en su comienzo y pesada y bastante previsible en el recorrido que deriva de la mitad hasta el desenlace.

LO MEJOR: una buena manera de empezar el relato. Bien filmada, entretenida esencialmente hasta la mitad.
LO PEOR: muy predecible. No innova demasiado. Más de dos horas de duración resulta extenso para lo que hay por contar.

PUNTAJE: 5

jueves, 17 de abril de 2014

Al diablo con las noticias (Anchorman 2: The Legend Continues) - Crítica


El amo de la sátira

Segunda entrega de un relato que supo conquistar a muchos amantes de este peculiar estilo de hacer humor. Adam McKay engendró en el 2004 la primera parte de la historia del carismático y desternillante presentador de noticias Ron Burgundy, bajo la interpretación de Will Ferrell. En aquella oportunidad, todo tenía lugar en los años setenta; mientras que aquí, nuestro protagonista se ubicará en la etapa ochentosa.
Ron y Veronica Corningstone llevan adelante, desde la conducción, uno de los noticieros más importantes y afamados del país. Una dificultad surge en la relación cuando a Veronica la ascienden y a Ron lo despiden, desvalorizándolo. A partir de allí, a Burgundy le cuesta encontrar y retomar el rumbo, hasta que lo convocan de una flamante cadena denominada GNN. El canal innova al lanzar la metodología de 24 horas diarias de noticias. Ron ve la oportunidad de volver a ser y acepta la propuesta, lógicamente citando a su conjunto de audaces compañeros para formar un equipo intrépido, extravagante y alocado para desparramar información con su característico y chispeante tono.


Anchorman 2: The Legend Continues tiene un target bien definido. Constituye ese apartado de comedias absurdas que tanto gustan a un cúmulo de personas y al que tan poco sabor le encuentran determinados paladares cinéfilos. El film porta la energía y el desenfreno necesario para desenfundar una serie continua y casi infinita de bocadillos, uno tras otro y, como marca registrada de la casa, cada gag más disparatado que su precedente. La tendencia aquí, en el espectador que disfruta de estas jugosas y singulares historias, es la de descostillarse de risa por el simple hecho de lo delirante y poco lógico que pueda tornarse o plantearse una situación, respuesta o secuencia. En el film, todo puede suceder: podemos presenciar al personaje de Steve Carell dar un discurso en y de su “propio velorio”, a Will Ferrell alimentando a un tiburón con un biberón e, incluso, en apetitosos cameos, ver coincidir en escena a Will Smith, Jim Carrey y hasta al propio Liam Neeson, todos desde la lógica caricaturesca y sarcástica que prima en la cinta.
¿Algo tiene sentido en Al diablo con las noticias? Prácticamente nada, y de eso se trata, puesto que, valga la redundancia, ese es el sentido o eje movilizador de la proyección, el de disparar y ejecutar una broma tras otra desde el delirio que acarrea de antemano cada circunstancia. Si bien no todos los momentos tienen el mismo nivel de gracia y algunos pecan de repetitivos, el recurso a la sátira hacia los medios masivos de comunicación y a los programas dispuestos a sacar al aire y desvirtuar cualquier información con total de reinar en el rating es válido, dinámico y gozoso.

LO MEJOR: el sinsentido propio de las situaciones para hacer reír al espectador. El reparto, las carcajadas de Carell, las caras de Will Ferrell. El tono satírico de la narración y los cameos hacia el final.
LO PEOR: quizás más extensa de lo que debiera ser un film de este tipo. En instancias abusa de la iteración de chistes.

PUNTAJE: 7,5

domingo, 13 de abril de 2014

El misterio de la felicidad - Crítica


Eugenio se busca; sueño se persigue

Daniel Burman tiene un modo particular de narrar los acontecimientos que ocupan lugar en sus proyecciones. Esto no quiere decir que posea un estilo complejo, rebuscado, confuso ni mucho menos; simplemente trata de explorar, de modo afable, ameno y a veces en demasía manso, las relaciones afectivas entre los personajes que constituyen sus obras. En ocasiones, al director de Dos hermanos, le cuesta decolorar el gris de las circunstancias que expone, alejándose del blanco y del negro, sin terminar de profundizar con el vigor necesario que se requiere para conmover y enlazar de lleno al público.
En El misterio de la felicidad, Santiago (Guillermo Francella) y Eugenio (Fabián Arenillas) comparten todo tipo de experiencias. Son amigos desde hace apróximadamente tres décadas. También son socios en un local de electrodomésticos. El vínculo que los une parece pegarle o percibirse más fuerte en Santiago. Este mira a su colega, le brillan los ojos, sonríe y disfruta de cada momento que vive en compañía de Eugenio. Son más que compinches. Abren el negocio al unísono, desayunan, almuerzan, apuestan en el hipódromo, festejan, escuchan la misma emisora radial (cada cual desde su auto mientras viajan ambos vehículos pegados), se ríen del mismo chiste y se hacen cómplices al asentir observándose ante la humorada. Todo prácticamente de forma coreográfica. Además juegan al padel, almuerzan y cenan. Eugenio y Santiago no son pareja. Pero a veces, dicen, un amigo es la mejor pareja. Laura (Inés Estévez), la esposa de Eugenio, parece agobiarlo con tanto palabrerío. La mirada de este buen hombre lo dice todo. Algo lo invade. Santiago, lo conoce casi de taquito. Casi, porque un día, Eugenio desaparece de la faz de la tierra, sin previo aviso. No atiende llamados, no dejó ninguna nota. Y la búsqueda y el enigma emergen.


La película no acaba de encuadrarse con claridad en un género específico. Es que así como le cuesta excavar en un desarrollo sólido de los eventos que se van sorteando a lo largo de la narración, de igual forma le ocurre a la hora de definirse como drama, comedia dramática o romance. La falta de fuerza emotiva necesaria para enternecer, si se permite el término, es uno de los aspectos tal vez mayormente desaprovechados. Desde el flanco que apela a lo cómico, El misterio de la felicidad se vale de una apreciable y pequeña pizca de salidas o bocadillos bien logrados.
Las interpretaciones son estables y creíbles. Francella, la figura central de historia, convence y se muestra comprometido con su rol. Inés Estévez se hace firme desde lo insoportable, de a ratos, de su personaje, mientras que a Arenillas le basta con poca participación para hacerse entender a base de la expresividad que sugieren sus miradas. Vale destacar la colaboración del carismático papel que le toca a Alejandro Awada, de acertada tarea.
Diálogos interesantes y frases bien construidas se presencian en una cinta que, redondea una performance aceptable, con falencias y con un desenlace que, dependiendo como se lo contemple, oscila entre lo ingenioso y lo discutible.

LO MEJOR: amena en su desarrollo. Las actuaciones. Muy prolijamente filmada.
LO PEOR: le cuesta conmover, sin fuerza emotiva.

PUNTAJE: 6,5

jueves, 10 de abril de 2014

Capitán América y el soldado del invierno - Crítica


Súper soldado recargado

Marvel parece no tomarse descanso y cada vez más títulos emergen, con primeras, segundas partes y con un estilo que aparenta haber encontrado la receta justa para conectar y satisfacer al espectador. En ese cóctel que combina acción, adrenalina y cucharadas justas de picardía y humor, las proyecciones que exponen las andanzas de los héroes no sólo simplemente entretienen, sino que además convencen al punto tal de animarse a explorar lo próximo que salte a la gran pantalla, incluso para quienes no han tenido la oportunidad de leer todos los cómics. Y mucho de eso hay en esta entrega del súper soldado, figura que no había sido correctamente sondeada en cuanto a su incursión cinematográfica. Pero también vale destacar que el lanzamiento de la ultra taquillera The Avengers en el año 2012 ha servido como impulso y ayuda para que se ponga mayor énfasis de asistencia y de expectación en cada obra vinculada a la productora.
Nuevamente contamos con Chris Evans, a sus anchas por su porte y musculatura que le exige el rol de encarnar a Steve Rogers-Capitán América, escoltado de la siempre sensual Scarlett Johansson como Viuda Negra en una aventura que involucra también a Robert Redford como Alexander Peirce, un importante dirigente de la S.H.I.E.L.D. Allí, las cosas no marchan del todo bien puesto que la seguridad mundial se halla en peligro tras una serie de manejos y amenazas que se irán desentramando durante el transcurso de la historia. A nuestros protagonistas se les une Halcón (Anthony Mackie) y, en conjunto, son los encargados de llevar a cabo diversas acciones a fin de remediar el potencial y caótico escenario que se empieza a presenciar.


Capitán América y el soldado del invierno arranca con chispa, y con mucha fuerza. El vigor y el desenfreno que portan las secuencias de enfrentamientos lógicamente se posicionan del flanco que agrupa a los puntos más altos del film, algo que se anuncia en su sugerente tráiler. Las batallas cuerpo a cuerpo son veloces, dinámicas, cooperando la mano del director al añadir movimientos de cámara ágiles que refuercen ese estímulo con el que se invita al espectador a relamerse. Pero no todo se ubica en la parafernalia a la que se recurre para las disputas; a la finalización de cada evento desbordante de acción, ante el auge, le sigue naturalmente una caída de ritmo que podría ser menos vertical de lo que acaba siendo. Esa intermitencia de matices o dificultad para encontrar puntos medios quizás sea uno de los aspectos menos positivos de la cinta.
Interesante resulta la indagación que se hace sobre el personaje de Steve Rogers, en una búsqueda interior y melancólica orientada hacia el pasado que el propio protagonista refleja a partir de interrogantes sobre su condición actual.
La película deja un buen sabor, principalmente por el avasallamiento (para nada invasivo ni molesto, sino todo lo contrario) de imágenes en las cuales nuestro héroes nos regalan un gran abanico de saltos, patadas, golpes de puño y todo aquello que contagie de energía al público. El balde de pochoclos es una condición innata para el visionado de Capitán América y el soldado del invierno.

LO MEJOR: la dinámica de las escenas de enfrentamientos y todo lo que rodea a este tipo de secuencias, como la recurrencia a la no musicalización para alertar más los sentidos y la concentración. La química entre los personajes. Las buenas participaciones de Redford y Samuel Jackson. Entretenida y vistosa.
LO PEOR: un poco más de dos horas de metraje quizá sea mucho para narrar este tipo de historias. Momentos de declive agudo de ritmo.

PUNTAJE: 7

sábado, 5 de abril de 2014

Betibú - Crítica


Muerte y misterio en el country

El segundo film en el haber de Miguel Cohan es Betibú, un policial nato con un trabajo de producción que nada tiene para envidiarle a proyecciones comerciales-taquilleras estadounidenses. De un calibre técnico impecable y con una historia en mayor medida atrapante, la cinta redondea una buena performance valiéndose de unas actuaciones que mucho tienen que ver a la hora de aportarle solvencia al relato. Tráiler y póster atrayentes y convocantes desde el vamos, acaparan expectativas que, esta vez, no se difuminan con el visionado de la obra cinematográfica.
En el country La Maravillosa, una empleada doméstica encuentra degollado a Pedro Chazarreta (Mario Pasik). Todo parece indicar que ha sido un suicidio, pero al tratarse de un empresario de poder, los medios cubren de manera más amplia los hechos y repentinamente las portadas de los diarios lo tienen como acontecimiento central. Desde el diario El Tribuno, Rinaldi (José Coronado) convoca a quien apodan Betibú (Mercedes Morán), una reconocida escritora de novelas policiales, para que se instale en un alojamiento cercano al lugar del suceso y redacte todo aquello que guarde relación con lo ocurrido. Se suman a la investigación Brena (Daniel Fanego) y Mariano (Alberto Ammann).


Betibú arranca bien, introduciéndonos de manera breve pero perfecta en el perfil de cada personaje, de modo vayamos distinguiendo qué conductas y carácter poseen los implicados en el desarrollo de la narración. Admite adentrar al espectador en escenas entintadas de un thriller sólido que juega con la indagación y búsqueda de datos que permitan dilucidar si efectivamente el acaudalado se quitó la vida por sus propios medios o algo más turbio y mejor tramado se está pasando por alto. Es en los momentos en que participan e interactúan los tres intérpretes principales cuando la historia se percibe más jugosa y agradable. Imprescindible aquí resultan las encarnaciones de Fanego, de memorable labor, Morán y Ammann, en ese orden. El primero nombrado saca además a relucir la gracia, en complicidad con el público, por sus buenas dosis de ironía en diversos diálogos y comentarios.
Betibú, más allá de sonar forzado o poco atractivo cuando se vuelca a la relación entre Coronado y Morán, funciona cada vez que expone la corrupción e incluso desmenuza los papeles de los medios de comunicación, desde su tenacidad hasta en parte desglosar el desempeño de quienes trabajan allí. Interesante también es para el observador presenciar el feeling (por decirlo de algún modo) peculiar entre Fanego, astuto, de la vieja escuela y Ammann, joven, con recurso a la tecnología como parte de su procedimiento laboral, pero novato.
En el film, más allá de algunas cuestiones discutibles, se destaca la apelación a una intriga que permanece hasta el final y una tensión que emerge cuando se la necesita. El desenlace, quizás con algunos cabos sueltos en la mente del espectador para que piense, haga memoria y dictamine el veredicto definitivo.

LO MEJOR: elementos técnicos, fotografía. Grandes actuaciones, principalmente de Fanego. Interesante policial con giros apreciables. La aparición carismática y alocada de Norman Briski.
LO PEOR: la desconexión que se da en secuencias que no enlazan como el vínculo entre el personaje de Morán y el de Coronado. El final, no termina de cuajar.

PUNTAJE: 7

jueves, 3 de abril de 2014

Películas del Recuerdo - La ventana indiscreta (1954)


Alma de voyeur

Película de culto del gran maestro del suspenso, para muchos la mejor de sus obras. Difícil resulta inclinarse por uno de sus films a la hora de elegir cuál ha sido el más redondo de “Hitch”, pero La ventana indiscreta (Rear Window) reúne todos los requisitos como para posicionarse en el “top three” si nos remitimos a la brillante filmografía del director londinense. Curioso pero, más importante aún, admirable resulta el hecho de que a casi sesenta años de su estreno (en Estados Unidos), la historia no pierda fuerza al ser visionada nuevamente por cualquier espectador que haya tenido el agrado de haberla observado. Allí reside el valor de su trascendencia.
James Stewart encarna aquí a un reportero especializado en la fotografía. Con una pierna enyesada y varado en silla de ruedas a causa de esta lesión ósea, nuestro protagonista no hace más que ocupar su tiempo en observar por la ventana de su departamento el accionar y los movimientos de sus vecinos. Al no tener otro divertimento, comienza a descubrir algunos comportamientos extraños provenientes de un alojamiento en particular. Tales conductas despiertan en él una sospecha.


Hitchcock se disfraza de mago y crea una atmósfera intrigante tan sólo valiéndose de escenarios reducidos. Todo se limita a transcurrir dentro del ambiente de la figura principal y a sus alrededores, a través de una panorámica que el realizador explora enseñándonos lo que ocurre en hogares cercanos al de este personaje central. Y así construye una suerte de pequeños sketchs, si se permite el término, o mini historias de cada sujeto en su morada, en subtramas coloridas que no abandona en ningún momento, más allá de posarse especialmente en una de ellas, la que actúa como eje movilizador del relato y como punto de inflexión.
El director de Vértigo expone su propio y conocido flanco de voyeur en un James Stewart que funciona cuando apela a la ironía dialéctica y al divague chismoso y no cierra del todo cuando debe reflejar la desesperación que requieren las instancias de mayor nervio. Es el primer aspecto, el del “espionaje vecinal”, el más atractivo, misterioso y por qué no simpático de la cinta, puesto que lo hace sentirse partícipe y cómplice al público de lo que sucede. ¿Acaso quién nunca ha curioseado e indagado con una mirada, mínimamente de refilón, lo que invita a mostrar una ventana o puerta abierta de una casa? En el fondo, en el interior, todos conservamos una pizca de voyeurismo.

LO MEJOR: la historia, sus diálogos, sinceros, convincentes y naturales. La intriga que posee. Los momentos de tensión, impecablemente logrados. La forma en que se filma todo, los planos y movimientos de cámara. Entretenida y memorable.
LO PEOR: en los pasajes de mayor rigidez, las expresiones actorales no están a tono con dicho suspenso.

PUNTAJE: 8,7