Un puzzle exquisito
Donnie Darko es una película de culto sumamente shockeante. En todos los aspectos
y en cada elemento que Richard Kelly,
su director y guionista, escribió y expuso en escena conjugando buenos recursos
técnicos, diálogos tan intrigantes como excelsos y una musicalización fina,
delicadamente seleccionada y movilizadora.
El film nos narra la historia de Donnie (Jake Gyllenhaal), un joven con una gran capacidad intelectual e
imaginativa y con una serie de problemas emocionales bastante particulares. Una
noche de octubre de 1988 nuestro protagonista es despertado por una voz
siniestra que lo lleva a un campo de golf, allí se topa con un conejo gigante,
de aspecto tétrico, demoníaco, llamado Frank. Este le advierte el fin del mundo
en una fecha específica, como en una suerte de cuenta regresiva de 28 días, 6
horas, 42 minutos y 12 segundos. Por la mañana, despertando sobre el césped,
Donnie descubre que su habitación ha sido devastada por el impacto de un motor
de avión. A partir de allí, el adolescente comienza a experimentar nuevas
alucinaciones diurnas, motivado en cada una de ellas por Frank, quien no hace
más que incitarlo a llevar a cabo una buena variedad de acciones peculiares.
El relato, sin poseer un ritmo fuerte, atrae notablemente por su modo
hipnótico de enlazar al espectador, transportándolo a un mundo de variadas
sensaciones, generándole inquietudes, estados melancólicos y enigmáticos. En
todo momento queremos descifrar qué va a suceder, pero en Donnie Darko nada es predecible, todo resulta raro, de a ratos
surrealista, confuso pero agradable, estimulante, siniestro.
El gran acierto de Kelly,
más allá del guión, radica en la excelencia de sus secuencias, en el vuelco a
la práctica de la trama a partir de la construcción de una atmósfera oscura,
dramática, tenebrosa o misteriosa, según lo sugiera el cuadro en cuestión. La
voz del conejo y su diabólica presencia parece formar parte del condimento más
sombrío de la película, con un trasfondo sobrecogedor y una historia de amor
juvenil que conmueve y cala hondo en el corazón del público por la fuerza y las
debilidades que unen a los enamorados (Gyllenhaal
y Jena Malone).
Donnie parece ser el estereotipo de muchacho que, a pesar de su
inteligencia, fantasía e ingenio, no logra comulgar con el carácter común de la
esencia de la vida interrogándose hacia donde nos dirigimos, escarbando en su
mente y en su inconsciente para hallar la salida más viable, aquella que le
sepa sanar el dolor.
Pocos films saben suscitar en el observador unos estados de
pensamiento, análisis y reflexión tan profundos y emotivos como los que propaga
Donnie Darko. La proyección colisiona
de lleno contra nuestro ser interior, actúa como un puñetazo a la conciencia
otorgándonos un pasaje gratis a la libre imaginación.
Con un final soberbio en donde todas las piezas parecen encajar a la
perfección en este puzzle dramáticamente psicológico, acompañado para cerrar
los telones del majestuoso tema de Gary
Jules – Mad World (con una letra tan exacta a lo que plantea el relato), esta
obra maestra acaba quemándonos la cabeza, hundiéndonos en un agradable shock
nostálgico, de esos que no hacen más que dar vueltas y vueltas por unas cuantas
horas en nuestra percepción. De esas narraciones mágicas que suelen hacer “googlear”
a más de uno en búsqueda de una explicación.
LO MEJOR: el guión, los acontecimientos, las actuaciones. Musicalización
delicada, elegante. Emotiva, movilizadora. De culto. Te deja la mente ocupada
en ella largos ratos.
LO PEOR: puede resultar confusa para espectadores distraídos.
PUNTAJE: 9,3