La vida misma
Boyhood es una experiencia única, de esas que emergen muy de vez en cuando en
la gran pantalla para dejar una sensación agradable, amena y especial en el
espectador. Es imprescindible destacar que Richard
Linklater, su director, apostó al proyecto a largo plazo, rodando el film
en el período comprendido entre 2002 y 2013; durante esos 12 años mantuvo el
reparto, incluso arriesgándose a que factores externos pudiesen complicar o
arruinar el esqueleto que iba construyendo lenta y minuciosamente. Esta idea,
singular como pocas, le otorga a la cinta un magnífico valor de distinción y de
originalidad.
La historia se centra en Mason (Ellar
Coltrane), iniciando desde sus seis años de edad y pasando por todo tipo de
situaciones que le van ocurriendo y con las que se va topando en su camino, en
su andar. Eventos con los que el observador se puede sentir totalmente
identificado por tratarse de cuestiones que hacen a la vida misma y a la
formación de todo ser humano. Richard
Linklater lanza sobre la mesa un relato afable bañado de una naturalidad
exclusiva; cada escena que presenciamos se percibe tan real que atrae y fascina,
como si estuviésemos siguiendo, a través de la pantalla, el crecimiento de una
persona en particular.
Boyhood arranca y contagia con un primer plano de nuestro protagonista
hipnotizado con su vista hacia el cielo. La imagen se refuerza con la impecable
elección de la conmovedora melodía que destila el tema Yellow, del grupo Coldplay;
su inicio conquista y engancha apenas con esa simple combinación. De ahí en
adelante sólo hay que relajarse, posicionarse cómodamente y dejarse llevar por
el mágico viaje al que nos invita el realizador del film.
Muy buenas actuaciones de quienes ofician de padre (Ethan Hawke), madre (Patricia Arquette) y hermana de Mason (Lorelei Linklater). Nuestro intérprete
principal atraviesa momentos de alegría, instantes de felicidad y también de
drama, de caos familiar. Padres separados, mudanzas, amistades que quedan en el
camino, desafíos, metas, miedos, el primer amor, el despegue para abrirse paso
solo hacia los compromisos y las nuevas responsabilidades. Boyhood aborda esas y otras tantas temáticas. La película, además,
no necesita recaer en golpes bajos para ser profunda y emotiva, siendo este uno
de sus aciertos fundamentales y más destacables.
Se trata de cine-experiencia, de la vida misma y de sus momentos, de
reconocer determinadas instancias como similares a las de nuestras propias
vivencias y por ello percibirlas aún más naturalmente de lo que ya Linklater ideó de antemano para
presentarlo y servirlo a nuestros ojos. La obra tiene deja escapar
continuamente una leve brisa de magnetismo que mantiene expectante y cómodo al
espectador con lo que ve, casi como una contemplación. También es cierto que
quizás el metraje le juegue en contra en algún pasaje de la cinta, pero con
todo lo que construye y provoca acaba siendo indispensable.
LO MEJOR: el proyecto, jugado por su extensión. La naturalidad única de sus
escenas. Su carácter conmovedor. Hipnótica desde la sencillez de sus escenas.
El crecimiento de sus personajes a lo largo del tiempo.
LO PEOR: la duración del film en algún que otro momento de su desarrollo.
PUNTAJE: 7,8
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