Otra
de atracos
En The Art of the Steal hay algo que, ya desde el arranque de la
proyección, no convence. Llámese percepción del espectador o lo que fuere, pero
sus primeros minutos no dan la sensación de que luego el desarrollo vaya a
mejorar o virar rotundamente hacia un sendero de mayor disfrute y/o encanto. Jonathan Sobol, director y guionista,
apuesta todas sus fichas repartiéndolas entre el interesante reparto y el
recurso a una filmación con transiciones ágiles y, si se permite el término,
moderna. En este último aspecto se puede encontrar, salvando las distancias,
algún parecido con el modo en que se presentaban las situaciones en la obra de
culto Snatch, de Guy Ritchie. Pero si la historia (trillada aquí) no potencia o no
colabora con lo que se expone en pantalla, el producto puede resultar
insuficiente, y esto es precisamente lo que ocurre en este caso.
El título del film no parece
retumbar mucho a la hora de atraer o incitar al público a verla. Lo atrayente,
radica en su póster promocional, con todas las figuras presentes y, en el buen
elenco del que se vale. Kurt Russell
encarna a una especie de motociclista prácticamente circense, de poca monta,
que además dedica su tiempo y conoce la parte sucia del negocio del arte, robando
valiosos objetos y pinturas. Nuestro protagonista decide reunirse con su
hermano (Matt Dillon) para hacerse de
uno de los libros más valiosos del mundo.
The Art of
the Steal funciona desde el apartado técnico que tenga que ver con todo
lo que sea fotografía, planos y recursos fílmicos de edición de una elasticidad
realmente apreciable. Lo pertinente a la ambientación musical está bien
plantado y coopera positivamente para amenizar determinadas secuencias,
ensalzándolas con efectivas dosis que aumentan el ritmo. Lo negativo
probablemente se ubique en la poca inventiva que aporta la trama y en las
circunstancias en que las afanosas salidas cómicas parecen quedarse siempre a
mitad de camino. El tono irónico no termina de explotarse correctamente, de
hecho es uno de los puntos más fallidos principalmente en el personaje que
cimenta Jay Baruchel, quien en la
mayoría de sus apariciones suena forzado.
Entretenida de a ratos, la película
posee escaso poder de enlace o conexión a pesar de durar sólo noventa minutos. Incluso
con algunos giros argumentales, peca por la previsibilidad que conlleva en determinados
tramos del relato.
LO MEJOR: momentos de Matt Dillon, con su carisma. Bien
rodada, movimientos de cámara y transiciones ágiles.
LO PEOR: historia que se percibe muy contada
y vista ya. Poco creativa. No engancha, irregular y forzada desde el humor.
PUNTAJE: 4,5
No hay comentarios:
Publicar un comentario