sábado, 28 de junio de 2014

El nexo - Crítica


Villeros al ataque

Sebastián Antico es el director de El nexo, su ópera prima. La película llega finalmente a estrenarse tras unas cuantas dificultades en cuanto a la subvención para ser lanzada. Luego de varios años emerge a las salas del cine Gaumont, donde se reproducen gran variedad de piezas cinematográficas nacionales. La proyección está basada o encuentra sus orígenes en un pequeño cuento del fallecido Julio Arrieta, actor (aquí protagonista) que ha sabido desarrollar talleres de teatro en la villa 21, en Barracas.
La historia oscila entre lo disparatado de su idea y lo que, por su cualidad de bizarro, si se permite el término, termina siendo gracioso. Y precisamente ese es el propósito, el de narrar una fábula que intercale la comedia con la ciencia ficción. En El nexo, los habitantes de la villa, con sus bajos recursos, deben enfrentarse a extraterrestres. Sí, villeros versus alienígenas. Arrieta, líder y obsecuente, prepara a sus vecinos a través de unas particulares obras teatrales en las que cada uno de sus personajes intentan seguirle el ritmo. Arrieta es un artista, hace oídos sordos de cada reto de su mujer, como si fuese un chico. En su mente no hay lugar para otra cosa que no sea la protección y el ataque hacia una raza desconocida.
La cinta que dirige Antico es un producto muy difícil de analizar. Las limitaciones de edición y de todo aquello que tenga que ver con el apartado técnico (exceptuando una buena elección de lo que tiene que ver con lo sonoro-musicalización) están muy a la vista, como era de esperarse. No por ello se percibe compleja de observar, de hecho cuenta con una apreciable suma de pasajes en donde saca a relucir alguna que otra sonrisa, principalmente por las salidas cómicas y los dichos de quien se pone el equipo al hombro, Arrieta. Los delirios e incluso la firmeza a la hora de recitar un discurso de su personaje funcionan como el aporte más divertido para el espectador. Lo acertado es que el film sabe que ese puede ser su fuerte y no intenta acercarse a lo formal, entonces juega y flota en el desvarío, aunque quizás no lo explote al máximo para sacarle más el jugo al asunto.

LO MEJOR: la interpretación de Julio Arrieta. Los pasajes en donde se incita a la comedia. Lo alocado de la propuesta en sí.
LO PEOR: el tramo final se hace un poco largo. Se podría haber apelado aún más a lo humorístico.

PUNTAJE: 5

viernes, 27 de junio de 2014

The Raid 2: Berandal - Crítica


Nuevo festival de acción

En el 2011, Gareth Evans salió mayoritariamente elogiado tras engendrar un carnaval desbordante de acción con el lanzamiento de The Raid: Redemption. Aquí vuelve a escribir y a posicionarse detrás de la cámara (con una notoria mejoría en cuanto a los recursos que maneja) para apostar a una secuela, con todo el desafío que ello le pueda implicar ante su predecesora, la cual obtuvo una buena cantidad de críticas positivas. Imprescindible resulta en The Raid 2: Berandal, la presencia de Iko Uwais, esa especie de máquina noqueadora indonesia. Con pros y contras, esta segunda parte es, en líneas generales, superior a la primera entrega.
Evans intenta ser un poco más profundo en cuanto a la trama que aborda. De hecho se vale de prácticamente dos horas y media de metraje contra los poco más de noventa minutos que portaba la proyección que abría el telón tres años atrás. Aprovechando su extensión, el director apela a escenas en donde los diálogos cobran mayor protagonismo, mientras que, lógicamente, el tiempo restante lo ocupan los estruendosos y sangrientos enfrentamientos cuerpo a cuerpo.


Mafia, engaño, traición y puja por el poder son algunos de los elementos que se utilizan para sacarnos y darnos respiro ante cada pasaje rebosante de adrenalina y entusiasmo. Nuestra implacable figura central (Iko Uwais), no tiene otra opción que interiorizarse en una banda pesada con el fin de proteger a su familia y descubrir la corrupción dentro de la fuerza de policía.
The Raid 2: Berandal, gana puntos en parangón con el anterior film en cuanto a locaciones y sitios en los que se llevan a cabo las peleas (bares, suburbios, callejones y hasta dentro de un auto). La cámara, inquieta y nerviosa, se desplaza de un costado a otro, de arriba hacia abajo, de forma ágil y dinámica para darle fuerza e imprimirle todavía más vértigo al vendaval de golpes de puño, patadas, martillazos y cuchillazos que se reparten “a troche y moche” entre los personajes.
Más allá de una esperada recurrencia a resoluciones exageradas y cuestionables, como también ocurría en el inicio de la saga, la película sale airosa en cuanto a todo lo que estreche la mano del apartado técnico. La ambientación de los escenarios coopera para facilitarle al espectador su visionado.
Entretenida más que nada para pasar un buen rato y, sin trascender, The Raid 2: Berandal invita al público a disfrutar de unas cuantas instancias de lucha, artes marciales e incluso persecuciones en donde Gareth Evans no escatima al momento de derramar y salpicar la pantalla de sangre.

LO MEJOR: bien filmada. Ágil, se percibe más firme y mejor elaborada que la primera entrega. Las escenas de acción, lógicamente.
LO PEOR: en los instantes en que se vuelve monótona. Exagerada y con cuestiones discutibles, propias del estilo del film. Extensa en metraje.
PUNTAJE: 6,5


domingo, 22 de junio de 2014

Pasión inocente (Breathe In) - Crítica


El juego de la insinuación

El joven realizador Drake Doremus aquí escribe y dirige Pasión inocente, un melodrama que retrata de muy buena forma la fragilidad humana ante situaciones distintas que conllevan cambios y ponen en jaque, hasta hacer temblequear, la entereza de las personas. Se apoya en la solvente interpretación de Guy Pearce, en esta oportunidad desde un flanco que requiere se posicione más en la expresividad, algo que el protagonista de Memento exterioriza con firmeza. También es sumamente importante la elección de la sensual y sugerente Felicity Jones, quien encabezó Like Crazy, del propio Doremus unos años atrás.
Todo parece armónico en la vida de este profesor de música ensimismado en salir de la docencia y dar en la tecla en una audición que viene preparando hace tiempo. Casado y con una hija adolescente, se percibe en su apariencia un dejo de pesadez debido a la monotonía de sus días. Una estudiante inglesa de intercambio irrumpe en su casa y, desde el primer contacto, algo especial se siente entre ellos. A partir de allí las cosas comienzan a tornarse más tensas y comprometedoras para la cotidianidad de este buen hombre y sus alrededores.


Pasión inocente expone y narra una historia de adulterio. El director se vale de un ritmo pausado pero no por ello aburrido para incurrir y ahondar en los gestos y estados de ánimo de sus personajes. A través de primeros planos enfocados sobre los rostros de los intérpretes intenta enseñarnos lo que desde su interior está por emanar cada uno de ellos. El cruce de miradas entre Pearce y Jones habla por sí solo; el deseo, la seducción y el gusto por lo prohibido. Doremus no necesita recaer en un dramón para conectarnos en lo que acontece. Tampoco precisa exhibir los sucesos de modo retorcido y literal, siendo este uno de los aspectos más interesantes. Simplemente recurre a un juego de insinuación en el que la tensión crece conforme al avance del relato.
Así como en American Beauty pero con formas y estilos narrativos diferentes, la entrada de una jovencita cautivadora representa una bocanada de aire fresca en la existencia de un padre de familia encerrado en costumbres repetitivas. ¿Qué tan endeble puede ser un sujeto frente a la atractiva aparición de una figura del sexo opuesto que pueda ocasionar estragos en su entorno?
Interesante, de tranco agradable, con ciertos aires de thriller y de fácil visión, Pasión inocente es una buena propuesta que no pasa a mayores tal vez por lo trillada que suene su trama.

LO MEJOR: el trabajo de interpretación de Felicity Jones y Guy Pearce. El grado de interés creciente. Un drama que se percibe mayormente convincente.
LO PEOR: el aceleramiento en el tramo final.

PUNTAJE: 7

martes, 17 de junio de 2014

A Million Ways to die in the West - Crítica


Un western peculiarmente cómico

Interesante el póster que lleva A Million Ways to Die in the West, llamativo además por la presencia de Liam Neeson, algo que sirve como elemento que invita a la curiosidad del espectador por ver al norirlandés en este tipo de proyecciones caracterizadas por un estilo de humor bastante particular.
Sabemos de qué van los chistes y los momentos que planta en escena Seth MacFarlane, algo que divide las aguas entre detractores y seguidores de sus métodos o modos destinados a suscitar risas. Quienes se ubiquen en la primera línea de las mencionadas anteriormente, difícilmente cambien su parecer con el visionado de esta comedia; sin embargo en aquellos fieles partidarios del realizador oriundo de Connecticut las sensaciones que experimenten es muy probable que estén más cerca del disfrute en complicidad con cada circunstancia jocosa que se enseñe en pantalla. La película representa un nuevo escaparate al “mundo MacFarlane”, ese espacio en el que lo políticamente incorrecto está a la orden del día, siendo este uno de los principales motivos que aproxima a muchos a sus formas y aleja a otros tantos.


El director aquí se la juega también protagonizando la historia como un granjero llamado Albert, que tras acobardarse en un duelo es abandonado por su novia. Entre penurias conoce a una pistolera (Charlize Theron) que le servirá de consejera y le ayudará a aprender a disparar con el fin de medirse en un nuevo tiroteo y así reconquistar a su ex pareja.
MacFarlane, también guionista, encuentra una narrativa más aceitada y ágil que en su trabajo anterior, esto es con Ted, en la que si bien existían pasajes de comedia interesantes, se percibían determinados vacíos que desacreditaban la opción de tener un cambio de ritmo o un punch más dinámico. En esta entrega, el timing es mucho mejor y generalmente, salvo excepciones, las ocurrencias portan un grado de desfachatez más disfrutable y ácido que en la producción encabezada por Mark Wahlberg y Mila Kunis. En este sentido y como factor que permite renovar ciertos aires en la narración, vale destacar las apariciones de personajes secundarios como Giovanni Ribisi (en el flanco antagónico en Ted) y Sarah Silverman, en una suerte de subtrama que involucra la relación entre un hombre bastante bonachón e inocente y una prostituta. Este dúo le aporta frescura a un relato que por momentos e inevitablemente, dado su entretenido arranque, decae un poco.
Puede que la duración sea algo más extensa de lo que se requiere, teniendo en cuenta lo que hay por contar, no obstante, A Million Ways to Die in the West se pasa rápido y divierte, especialmente a quienes gustan de ese universo chabacano y desbordante de situaciones absurdas, socarronas y flatulentas que crea Seth MacFarlane.

LO MEJOR: el ritmo. Ocasiona unas cuantas risas y quizás alguna que otra pequeña carcajada. Supera a Ted. Actuaciones.
LO PEOR: predecible. Cuando los gags se tornan repetitivos.

PUNTAJE: 6,5

viernes, 13 de junio de 2014

El pacto - Crítica


Menos recursos, más tensión

Un poco tarde arriba a los cines argentinos esta propuesta del 2012, que tiene como guionista y director, en su debut, a Nicholas McCarthy. Una hora y media de metraje que, entre intermitencias y algunos detalles algo previsibles, acaba dejando un sabor para nada amargo en el paladar del espectador. Es cierto que desde la trama no hay nada novedoso que se destaque o marque diferencia respecto de otras películas encuadradas dentro del terror, pero ¿cuántas historias del  género se repiten o permanecen en ese bloqueo de ideas?
El pacto es un film de bajo presupuesto, pero de esos en los que se nota que los fondos destinados a la producción son escasos. Lo curioso o interesante en este tipo de relatos es que, a veces, resultan más tétricos o turbios que proyecciones acreedoras de una inversión más acaudalada o poderosa.
Annie y Nicole son hermanas y vuelven a la casa donde transitaron su infancia para asistir al funeral de su madre. Una de ellas llega primero al lugar, presintiendo eventos bastante inquietantes y misteriosos; la otra se presenta luego. El problema se da cuando esta última nota que su hermana ha desaparecido, por lo que intentará encontrarla, pese a la serie de sucesos que le pueda tocar experimentar.
Existen al menos dos formas de analizar la cinta: una de ellas es desde lo que refleja y expone en pantalla como narración en sí misma, con la correspondiente mirada acerca de cómo y por qué se dan determinadas situaciones, con todo lo que remite al apartado técnico y a movimientos de cámara, planos y demás; la otra alternativa radica en su estudio en parangón con obras de mucho mayor presupuesto y aparato promocional. En este último aspecto es donde la realización de McCarthy se gana unos puntos extra, al demostrar que con pocos requerimientos se puede al fin y al cabo infundir suspenso y hacer saltar al público una aceptable cantidad de veces de su butaca. ¿De qué sirve valerse de grandes efectos y maquillajes minuciosamente aplicados si los acontecimientos no nos suscitan temor? Aquí, en El pacto, las impresiones visuales de gran calibre se suplen con unos bien dosificados momentos de tensión. El director sabe manejar los silencios y el tiempo a la hora de alargar unos segundos más algunas que otras secuencias para crear una atmósfera tirante.
El pacto no es una obra maestra ni mucho menos. Tampoco es que sea una película digna de recordar por algún pasaje en particular, pero sirve de ejemplo para demostrar que con poco se pueden conseguir interesantes resultados. Nada tiene por envidiarle a producciones más costosas como Devil’s Due o Actividad Paranormal: Los marcados, por citar dos casos más o menos recientes; por el contrario, se siente superior y más convincente.

LO MEJOR: genera tensión. Buen manejo del suspenso. Con poco presupuesto sale a flote.
LO PEOR: previsible, intermitente. No aporta nada nuevo.

PUNTAJE: 5,5

domingo, 8 de junio de 2014

Al filo del mañana (Edge of Tomorrow) - Crítica


Vive… Muere… Repite

Nueva y clara muestra de que el bueno de Tom Cruise no falla cada vez que le toca un protagónico. En la proyección de Doug Liman (realizador de films como The Bourne Identity), el reconocido actor de la saga de Misión Imposible es uno de los factores que mayor peso tiene a la hora de conquistar y hacer de este producto un entretenimiento que supere la línea de lo que se encuadra como simplemente “pochoclero”. Carisma innato para que el público simpatice y se sienta a gusto durante las casi dos horas de metraje repartidas entre acción, ficción y nervio.
Al filo del mañana se ubica en un futuro no tan lejano, donde una raza prácticamente invencible de extraterrestres invade la Tierra. Cage (Cruise) es enviado al combate, siendo un comandante que no está preparado para tamaña misión vinculada al enfrentamiento. Lo extraño se da cuando al morir, a instantes de verse inmerso en la batalla, vuelve a aparecer al comienzo del día, en una especie de “reset”, repitiendo las mismas secuencias una y otra vez. Es entonces cuando deberá aprender a manejarse para sacar a flote la cuestión sin cometer errores vivenciados en episodios anteriores.


Así como Bill Murray en Groundhog Day, nuestro protagonista comienza su jornada en cientos de oportunidades en el mismo lugar. Se sabe de memoria lo que le dirán sus compañeros y lo que sucederá en aquella playa en la que descienden, a pura adrenalina, a combatir con una especie de alienígenas de apariencia bastante diferente del común de cintas del género. Su desafío radica en encontrar la vuelta de tuerca necesaria al asunto para cambiar el porvenir y dejar de reiterar ese bucle temporal que, en leves y determinados pasajes, se hace algo cansino.
Al filo del mañana se asemeja a un videojuego, en donde cada fallecimiento del personaje central oficia de “game over”. La partida se resetea (en este caso la maniobra corre por cuenta de Cage) y, mientras alrededor todo es igual al intento precedente, lo que se avecina depende de cómo nuestro héroe manipule las acciones para salir victorioso. Aquí no hay “checkpoints”, de modo que ante cada muerte se debe volver a comenzar desde el principio.
La película entretiene a grandes escalas, tensiona al espectador y también emociona. El ritmo que le imprime Liman a cada escena resulta alentador como para no perder el punto de enfoque. Más allá del impecable trabajo de Cruise, vale destacar el lucimiento de Emily Blunt, en el rol de mujer fuerte y ensimismada con su cometido. Quien acompaña generando empatía con el público es Bill Paxton, cumpliendo, como siempre, con el papel que le toque personificar.
Con muchas más pros que contras, con atinadas ocasiones en donde se apela al humor, el film sale airoso, dejando un buen sabor cuando los créditos aparecen. Una experiencia ideal para cine.

LO MEJOR: las actuaciones. Gran labor de Tom Cruise, secundado de Blunt y Paxton. La historia, emocionante, con buena dinámica. Acción, efectos.
LO PEOR: determinados momentos en que la repetición se hace un poco molesta.

PUNTAJE: 8,3

viernes, 6 de junio de 2014

Big Bad Wolves - Crítica


Caperucita y el lobo en bloody mode

Big Bad Wolves es una película israelí dirigida por Aharon Keshales y Navot Papushado, que sorprende desde el apartado técnico gracias a una filmación moderna y a un relato de apariencia tenebrosa. La proyección cobró mayor importancia a partir del visto bueno de Quentin Tarantino, quien en octubre de 2013 manifestó que era la obra que más le había gustado del año. Lógicamente, con el aval y el pulgar arriba del reconocido director de Pulp Fiction, las cosas se tornan más atractivas, incitando al espectador a observar con ojos expectantes al producto en cuestión.
La historia, retorcida y cruda, nos sumerge en la búsqueda del responsable de una serie de asesinatos bestiales vinculados a actividades pederastas. El padre de la víctima sólo quiere venganza, sin importarle llegar a las prácticas de tortura más extremas y salvajes. En el caso y tras el principal sospechoso (un profesor de religión) se inmiscuye un detective de policía.


Big Bad Wolves arranca con un poder de enlace contagioso. Los directores, de pulso firme, nos meten de lleno en los acontecimientos gracias a una sucesión de diálogos y a unas cuantas acciones dotadas de ritmo. La musicalización, penetrante, se complementa de gran forma con el vigor de las duras imágenes que se exponen en pantalla, colaborando a la hora de tensionar y exasperar al público. Lo que de movida da la sensación de llevar el sello de un thriller de desapariciones, secuestros e intriga, con el correr de los minutos comienza a mermar hacia la comedia negra, al intercalar destellos de ironía. Quizás este sea uno de los puntos que mayor división genere entre quienes se dispongan a visionarlo; la cuestión radica en cómo tomarle la mano al modo en que se presentan las situaciones, siendo éste el factor más controversial. Así como en la espléndida Prisoners el considerado responsable del delito era sometido a un método orientado a obligarlo casi a la fuerza a declarar, en la cinta oriunda de Israel el asunto contiene similitudes analizándolo desde ese flanco, pero llevado a límites menos compasivos y mucho más tortuosos, escabrosos, sangrientos e, intercalando entre medio de cada abuso, algún gag ácido para aportar ese costado socarrón que poco a poco gana espacio en las secuencias.
Sólidas y convincentes actuaciones nos proveen los personajes de esta narración que no escatima cuando de violencia física se hable. No se limita a jugar sólo con el nervio y el suspenso propio que suscitan las circunstancias que se exhiben, sino también apuesta a introducirse en la mente del espectador y taladrarla con una psicológica siniestra, a través de una manipulación que plantea arriesgados dilemas morales.
Existen cuestiones repetitivas que entorpecen la dinámica que prima en gran parte del relato. Incluso un leve declive se hace manifiesto hacia la segunda mitad de la historia. Sin embargo y a pesar de no ser apta para todos los gustos (susceptibles abstenerse), Big Bad Wolves es poseedora de una fotografía cautivante que hace más interesante y atrapante su visionado.

LO MEJOR: gran factura técnica. Interpretaciones. Tensa, oscura. Cuando no fuerza o reitera la comedia negra.
LO PEOR: cuando fuerza y reitera la comedia negra.

PUNTAJE: 6,5

domingo, 1 de junio de 2014

Ismael - Crítica


Buen reparto, intermitente desarrollo

Belén Rueda y Mario Casas se ponen el “equipo al hombro” para remar y sacar a flote a Ismael, este film de tranco lento dirigido por Marcelo Piñeyro (Las viudas de los jueves). Irreprochable desde los planos (abiertos, cerrados, con enfoques hacia las expresiones de los rostros), el director de El método se inmiscuye en el terreno emocional, al abordar una historia que, en su intento de no recaer en sensiblerías típicas, pierde fuerza y regularidad.
Ismael es un niño mulato de 8 años que emprende viaje hacia Barcelona con el fin de conocer a su padre siguiendo la pista escrita en una carta con la dirección de un departamento. Allí se topa con quien sería su abuela. A ella le solicita ayuda para encontrar a su progenitor. En ese camino, el pequeño, entre obsecuente y carismático, comienza a ganarse la confianza de quienes lo acompañan. Los problemas o puntos de contrapartida tienen lugar en el criterio o en la opinión de su madre, y en cómo Félix (Mario Casas) vaya a recibirlo.


La película refleja problemas familiares y destapa viejos resquemores de la infancia en ese tipo de lazos. La ausencia, ya sea absoluta o simplemente para escuchar, de la figura paterna/materna es una de las temáticas que expone en pantalla, a través de reproches, miradas o percepciones de sus personajes. Todo transcurre muy mansamente, con melodías del mismo tenor durante la mayor parte del metraje, cooperando con el tono dramático que opera y prima de principio a fin. El reparto cumple aportándole credibilidad a las situaciones, principalmente y como se destacó con anterioridad, desde el solvente trabajo actoral de Mario Casas y de Belén Rueda. El aspecto menos positivo del relato, quizás, radique en la dificultad para el cambio de matiz; entre la huida del factor sorpresa y la falta de tensión emotiva, Ismael se torna de a ratos poco profunda y hasta algo intermitente. Sergi López es el único responsable de aportarle algo de chispa y dispersión al asunto partir de su caracterización como el personaje más pícaro de la cinta.
La proyección, agrada y es amena en sus pasajes, es cierto, pero no enlaza o conecta lo necesario como para que el espectador no tienda a despistarse en determinadas secuencias. El énfasis en la incertidumbre, en el desconcierto o en el miedo hacia lo nuevo, en este caso la aparición de un hijo, no está mal exhibido pero tampoco conmueve a grandes escalas. Ismael da la sensación de desaprovechar lo que tiene por contar, con una previsibilidad que amenaza en cada momento con hacerse manifiesta.

LO MEJOR: actuaciones. Afable de ver.
LO PEOR: sin cambios de acentuación. Previsible.

PUNTAJE: 5