sábado, 29 de agosto de 2015

Southpaw - Crítica



El último uppercut

Southpaw, el flamante trabajo de Antoine Fuqua (Training Day, The Equalizer) es un drama de boxeo casi estereotipado que aparenta beber de varias fuentes propias de obras cinematográficas similares. Se trata de una historia tal vez poco novedosa, pero volcada en la gran pantalla de forma correcta, prolija e incluso entretenida, que se sostiene principalmente por la soberbia actuación (otra vez) de Jake Gyllenhaal. El acompañamiento de los secundarios conforma también un lugar importante.
Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es un boxeador en ascenso que, tras mucho esfuerzo (y sangre derramada durante cada noche de pelea arriba del ring), vive en una mansión con su esposa Maureen (Rachel McAdams) y su pequeña hija Leila (Oona Laurence). De a poco, todo comienza a complicarse desde el aspecto económico hasta el relacionado con los afectos. Además (lo más significativo) un trágico episodio da vuelta por completo las cosas, desmoronando la vida de Billy, quien deberá comenzar de cero para sobreponerse y salir a flote.


Fuqua aborda un relato predecible, tal vez con muchos lugares comunes y situaciones que dan la sensación de que ya las hemos visto antes. Los diálogos en Southpaw tampoco son memorables; se trata simplemente de una narración acentuada por el intenso dramatismo que supone el hecho de perderlo todo de un momento a otro, de caerse y tocar fondo. El desafío radica en volver a levantarse. La esperanza, la fe en uno mismo, los valores y los códigos aparecen en una buena cantidad de pasajes para remarcarnos la lucha constante de nuestro protagonista ante una realidad que lo ha golpeado más duro que cualquier otro adversario dentro del cuadrilátero. El director, aprovechando lo que caracteriza a la narración y a la temática en sí, toma algunos elementos de proyecciones (y personajes de estas) semejantes y los planta en escena, permitiendo así que el espectador, casi de forma automática, pueda encontrar en Southpaw referencias o ciertas similitudes en relación a films tales como Rocky o Million Dollar Baby, por citar dos ejemplos.


Mención especial merece Jake Gyllenhaal, puesto que su labor aquí es tan grande y sentida que deja en evidencia que sin su colaboración la cinta sería mucho más olvidable e intrascendente de lo que en verdad se percibe. El actor de Brokeback Mountain supo conquistar como un detective con tics nerviosos en Prisoners, así como también cautivó a través de un doble juego de personalidades en la intrigante Enemy. Ni que hablar del sociópata ojeroso e inescrupuloso que compuso para personificar a Louis Bloom en Nightcrawler. En esta oportunidad y con un nuevo cambio físico, Gyllenhaal encarna a un boxeador parco, hundido en la angustia y con una ira acumulada que amenaza a cada instante con salir a la luz. Lo admirable no radica sólo en su virtuosa, sobresaliente y conmovedora interpretación, sino además en la capacidad que posee para no repetir siquiera un gesto de los roles que le hayan tocado desempeñar con anterioridad.
Más allá de una continua inclinación hacia lo dramático e incluso a pesar de pasarse un poco de la dosis justa de acontecimientos en los que emerge el golpe bajo, Southpaw convence y entretiene. La emotividad se fusiona con la tensión y la adrenalina que poseen las secuencias de boxeo (muy bien rodadas).

LO MEJOR: la brillante actuación de Gyllenhaal. Sólida tarea de Forest Whitaker, principalmente, y secundarios. Conmovedora, una historia bien narrada.
LO PEOR: predecible. Tiende a abusar de las situaciones dramáticas.

PUNTAJE: 7,6

domingo, 23 de agosto de 2015

El Clan - Crítica



La casa del horror

El esperado film de Pablo Trapero, que inquietaba de la misma forma en que motivaba con lo que se podía apreciar en su tráiler, no decepciona. Esencial resulta la mano del director de Carancho para que la narración conserve el interés y mantenga netamente enfocado al espectador. En la balanza, pesa mucho más lo positivo, y dentro de ello vital importancia encuentra el rubro técnico. El rodaje y lo sonoro acaban resultando dos de los aspectos mejor trabajados en la aberrante crónica acerca de la familia Puccio.
Basada en hechos reales y ambientada en la década del ochenta (con determinados  apartados que van remarcando el contexto y la época), El Clan introduce al observador en lo que probablemente haya representado uno de los casos policiales más estremecedores de la historia de la sociedad argentina. Arquímedes (Guillermo Francella) es el padre de cinco hijos y esposo de Epifanía. En el interior de la familia Puccio, de apariencia unida y formal para quienes ven desde afuera, se esconde un oscuro clan dedicado al secuestro extorsivo y asesinato de personas. Todo bajo la estructurada, fría y horripilante planificación de Arquímedes, acompañado por dos de sus hijos, Alejandro (Peter Lanzani) y “Maguila”, el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo F. Laborde y Roberto Díaz.


El Clan funciona principalmente por la forma en que Trapero nos sumerge en los acontecimientos a través de un pulso narrativo firme. La proyección no requiere de un relato desbordante de nervio para intrigar y cautivar. Su ritmo, en ocasiones pausado, no se presenta como un obstáculo para el visionado de la obra, sino más bien como un ejercicio dotado de misterio que despliega un apreciable halo de magnetismo, producto también de la atmósfera siniestra y del carácter perverso, propio de cada uno de los sucesos que se van exhibiendo.
Destacable es el papel desempeñado por Guillermo Francella, quien incluso después de su rol en El secreto de sus ojos continuó, para muchos, encasillado como un actor cómico. Francella supera altamente el desafío impuesto para encarnar al inescrupuloso Arquímedes. Las dudas que se acumulan al comienzo del film sobre la performance de nuestro intérprete central, se van disipando conforme los minutos pasan hasta evaporarse por completo desde la segunda mitad hacia adelante, instancias en las que el psicópata padre de familia nos muestra, con mayor voracidad, su lado más vil y repudiable. Por otra parte, entre algunos secundarios quizás de tibia labor, el que realmente convence a través de su interpretación es Peter Lanzani.
El empleo de la cámara no es un detalle menor en El Clan. Pablo Trapero se encarga de deleitarnos con algún que otro elegante y sugerente plano secuencia (como el que se puede visualizar en el tráiler) para darle continuidad a una escena, añadirle una pizca de suspenso y a la vez descubrir un determinado hecho. Además, muchos de los pasajes de la cinta ganan puntos extra gracias a un excelente soundtrack (suena desde Wadu Wadu de Virus hasta Tombstone Shadow de Creedence) que se fusiona gratamente con las situaciones que se exponen, otorgándole un nivel más alto de dinamismo y de enlace, algo que contagia y además entusiasma al público.
En un 2015 en el que tal vez no nos hayamos topado con piezas cinematográficas descollantes, El Clan emerge como una apuesta fuerte, que se vale de una historia narrada sólidamente y poseedora de un final sobrio, admirable.

LO MEJOR: el relato, la gran interpretación de Guillermo Francella. La música combinada con la maestría de rodaje de muchas escenas. El desenlace. Interesante labor de Peter Lanzani.
LO PEOR: algunos roles secundarios modestos, aunque no del todo convincentes.

PUNTAJE: 8,6

lunes, 17 de agosto de 2015

True Detective (Temporada 2) - Análisis




Fantasmas del pasado

La segunda temporada de True Detective llegó a su fin, dejando tela para cortar acerca de lo que corresponde a las resoluciones que se llevaron a cabo y al destino elegido para cada uno de los personajes que intervinieron en ella.
Muchas opiniones contrapuestas se hicieron oír apenas terminó el episodio inicial. Las comparaciones (odiosas para unos cuantos pero inevitables) con la entrega anterior fueron tornándose cada vez más recurrentes, ganando espacio de forma gradual conforme al avance de la serie. La brillante y sólida historia protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson dejó la vara muy alta de cara a lo que viniera luego. Así como a sus personajes, melancólicos y acechados por un tiempo lejano que los aturde cotidianamente, la segunda temporada de True Detective también es perseguida por los fantasmas del pasado, siendo en este último caso antecedentes que representaron excelencia en el planteamiento y en la puesta en escena de cada suceso.


Nic Pizzolatto apostó nuevamente por la creación de una atmósfera oscura, podrida e intrigante. Las drogas, los vicios y la maraña de acontecimientos que se sortean, corrompen el ambiente. El guión, sugerente aunque algo enrevesado, deja la sensación de confundirnos en determinados tramos. No hay nada para reprochar en lo que concierne al rubro técnico, así como tampoco respecto a las actuaciones. En este punto, vale destacar el trabajo realizado por Colin Farrell en la piel del detective Ray Velcoro. Probablemente se trate del participante que mayor interés y atracción haya despertado en el observador. Detrás de él se posiciona Vince Vaughn de solvente labor. El resto no desentona ni mucho menos; Rachel McAdams, Taylor Kitsch y Kelly Reilly acompañan de manera convincente. Lo interesante (aunque en leves secuencias extenuante) radica en los problemas personales que aquejan a cada una de las figuras. El pasado, como se mencionó anteriormente, es para nuestros protagonistas una mochila pesada que cargan sobre la espalda día a día. Pizzolatto nos va revelando, capítulo a capítulo, algún que otro asunto que nos permita ir encastrando cada pieza en el rompecabezas personal de cada individuo. Pero lo sombrío no siempre funciona y es factible que en ciertos pasajes de True Detective los minutos se hagan cuesta arriba, producto de tan acentuado dramatismo y diálogos que en su intento de querer sonar continuamente elegantes, pierdan impacto o nivel de enlace.


La corrupción y la prostitución ocupan un lugar importante en la trama de esta segunda temporada. Asimismo las conspiraciones y las traiciones. La impunidad con la que se mueven los que poseen una posición casi omnipotente de poder pisa fuerte en la narración. Pasada la mitad de la serie, las cosas se van poniendo progresivamente más oscuras, tensas, retorcidas y, como fruto de lo que se desprende de ese sinuoso camino, también más cautivadoras. Nic Pizzolatto nos introduce en situaciones que molestan y que forman parte de la realidad de muchos países. La impotencia emerge y crece con intensidad a medida que los episodios corren; los sabores amargos parecen predominar, mientras quien se encuentra expectante del otro lado de la pantalla se pregunta, con dudas y temores, cómo se resolverá todo en el desenlace.
*SPOILER : Pizzolatto apuesta todas sus fichas a desenmascarar la triste y desmoralizadora verdad que rodea a quienes se llenan los bolsillos con actividades ilícitas. En True Detective el final es desolador, penoso por cómo acaban algunos de sus personajes y por cómo los malos triunfan en la puja por el poder, en sus acciones por tapar cualquier investigación e implicar a inocentes. Prácticamente todo resulta en vano. Sin embargo, queda encendida una pequeña luz de esperanza, con las pruebas de las que se vale la detective Bezzerides, lejos de su país. Este es el máximo acercamiento a un final feliz que su creador nos puede ofrecer. *FIN DE SPOILER.
A fin de cuentas, se trata de una aceptable, inquietante y atmosférica segunda temporada. El parangón con la primera le juega una mala pasada. Si se la analiza aisladamente, el resultado es más positivo.


PUNTAJE FINAL: 7,8

domingo, 2 de agosto de 2015

Misión Imposible 5: Nación Secreta - Crítica



Ethan Hunt, la manifestación viva del destino

La saga de Misión Imposible se mantiene viva y no da muestra alguna de sufrir una recaída grave. Al menos esa es la impresión que queda al término de esta quinta entrega, que llegó con la fuerza de un aluvión tras su desenfrenado tráiler. Con Christopher McQuarrie al mando de la dirección (también del guión), la franquicia parece no sólo estar a salvo, sino incluso rejuvenecer. El baño de frescura que le imprime el realizador de Jack Reacher impacta y contagia. Misión Imposible 5: Nación Secreta representa probablemente el mejor estreno pochoclero en lo que va del año.
Con la FMI disuelta y con Ethan Hunt (Tom Cruise) a la deriva, el equipo tiene que enfrentarse contra el Sindicato, compuesto por agentes especiales altamente entrenados. Los actos de terrorismo que pueden ocasionar estos grupos ponen en alerta a Ethan, decidido a reunir a sus hombres de confianza a la vez que es acompañado por la agente Ilsa Fraust (Rebecca Ferguson), quien puede que sea miembro o no de esta nación secreta.


Sorprende el hecho de que luego de una importante cantidad de misiones, caracterizadas por su elevado grado de complejidad, se idee una nueva aventura en la que los giros y la solidez narrativa formen parte de los puntos más fuertes del film. McQuarrie se las ingenia de modo que el relato, con sus inteligentes vueltas de tuerca, se aproxime lo mayormente posible, en nivel de satisfacción, a la adrenalina propia que se desprende de cada una de las frenéticas secuencias de acción. Sus dotes como guionista le permiten conseguir que ese cóctel acabe siendo explosivo y convenza al público. No se trata simplemente de un episodio más, sino de una agradable bocanada de aire fresco.
La manifestación viva del destino es la frase que Hunley (Alec Baldwin) elige para referirse a Ethan Hunt. Nuestro protagonista, encarnado por Tom Cruise, con el carisma y la impronta que siempre posee, vuelve a hacer de las suyas y a introducirse en una situación más enredada que otra. Ethan sabe y está seguro de lo que puede llevar a cabo, por ende parece tener la certeza de lo que va a acontecer cuando emprende una misión.


Mención especial merece el rol desempeñado por Simon Pegg: el actor británico genera un alto grado de empatía (como suele ser costumbre), producto de la espontaneidad con la que se desenvuelve en sus intervenciones. La sueca Rebecca Ferguson combina con eficiencia la frialdad y la rigidez que requiere su personaje, resultando convincente.
Misión Imposible 5: Nación Secreta es un ejercicio de acción que sabe cómo contrarrestar la previsibilidad de los sucesos que exhibe; el observador no estará exento de sentir una aguda tensión a pesar de que pueda predecir cómo concluirá determinada escena. Este es uno de los aspectos que la diferencian de otras tantas producciones taquilleras en las que lo estruendoso se impone holgada y vacuamente a la sensación de peligro.
Entretenida, portadora de un ritmo endemoniado, con toques de humor e inteligentemente concebida, la proyección engendrada por Christopher McQuarrie no da respiro ni mucho menos lugar a que el espectador mire su reloj.

LO MEJOR: la dinámica desenfrenada y voraz del film. El guión. Las vueltas de tuerca. El humor que se le imprime a determinadas instancias. El carisma de Cruise y de Pegg. Supera con creces a la entrega anterior. La épica escena que se da debajo del agua.
LO PEOR: la exageración desmedida en alguna que otra secuencia.

PUNTAJE: 9