domingo, 29 de marzo de 2015

A Most Violent Year - Crítica



Violencia no explícita

La obra de J. C. Chandor es una grata muestra de lo que se puede lograr con un firme pulso narrativo. A Most Violent Year insinúa más de lo que su vigoroso título sugiere. El director de aquella interesante proyección denominada Margin Call dota a la historia de una atmósfera sombría, en donde la corrupción, la inseguridad y los buitres afloran y se esparcen sobre la ciudad de forma creciente.
Oscar Isaac (de gran labor en Inside Llewyn Davis) es el personaje central de este relato ambientado en Nueva York durante los años 80. Allí es donde junto a su esposa (Jessica Chastain) intenta sacar adelante un importante negocio mientras la barrera impuesta por la violencia de la época les complica el asunto de manera extenuante.
La brillante interpretación de Isaac permite que la película adquiera unos puntos adicionales. Cada expresión facial que el nacido en Guatemala lleva a cabo resulta sumamente creíble, algo que posibilita que esta mezcla de thriller, cine negro y drama se perciba más atrayente. La siempre cumplidora Chastain lo acompaña con solidez, representando el costado más impulsivo e impredecible en la pareja.


Chandor nos enseña que a veces no es necesario, en este tipo de narraciones, salpicar la pantalla de sangre o exhibir sucesos explícitamente violentos para generar diferentes sensaciones en el espectador. El realizador expone los acontecimientos con frialdad pero también con la insinuación suficiente como para tensionarnos y transportarnos hacia unas impresiones de rigidez e impotencia destacables. En este juego de sugestión intervienen los competidores, los robos y la influencia que ejerce la tarea de querer tener todo en regla. Nuestro protagonista es un tipo honrado y lo deja en claro en casi cada una de sus intervenciones. Pero, ¿hasta qué punto uno está dispuesto a seguir por la misma senda y conservar la mesura? ¿Puede el dueño de un negocio expandirse sin tener en algún momento que tomar caminos turbios? Ese es otro de los temas que el film aborda, haciéndolo de un modo prolijo y cautivador.
Es probable que a A Most Violent Year le cueste un poco, al inicio, enganchar de lleno al observador. O incluso quizás su metraje le juegue una mala pasada en pequeños pasajes, pero vale mencionar que, con pros y contras, la cinta sale bien parada gracias a la estabilidad propia de la historia y a las impecables actuaciones de Oscar Isaac y de Jessica Chastain.

LO MEJOR: las interpretaciones del dúo protagónico. El relato, sugerente. La atmósfera oscura al compás de lo que se narra.
LO PEOR: le cuesta arrancar.

PUNTAJE: 7

sábado, 21 de marzo de 2015

The November Man - Crítica



Brosnan y el resto

La película de Roger Donaldson plantea otra historia más de un agente retirado que se sumerge en una nueva misión. Como ha pasado también en otros relatos del mismo estilo, los asesinos profesionales, los rusos y las traiciones intervienen para intentar darle vida y dinámica al asunto. The November Man falla en varios aspectos, exhibiéndonos un film irregular en cuanto a entretenimiento, algo que mínimamente debería estar asegurado a grandes escalas en este tipo de narraciones.
Resulta atinado mencionar que Pierce Brosnan es lo más rescatable del film. El actor, casi en plan James Bond, se encarga de arremeter contra todos y proteger a una testigo clave (Olga Kurylenko) en un caso complicado. Pero no es la actuación del irlandés lo que más sobresale sino su presencia y su porte. Con eso alcanza para que el espectador al menos pueda sentir empatía con uno de los personajes que tienen lugar en la cinta, dado que el resto de los participantes no termina de convencer en carisma y solidez interpretativa. Brosnan borda su papel prácticamente en piloto automático y, si bien no brilla, cumple más que satisfactoriamente.


Uno de los problemas centrales de la obra de Donaldson radica en la incapacidad de exponer situaciones que no se hayan visto con frecuencia en historias sumamente similares o, lo que es peor, en la dificultad que supone el hecho de no poder marcar diferencia con un sello propio respecto de circunstancias trilladas. En The November Man la acción no llega a cubrir el nivel que el público espera cuando se topa con películas semejantes; casi todo lo que se ve en ella está desposeído de tensión y también de fuerza.
Es hacia el desenlace, en los últimos minutos, donde el relato suma unos puntos extra. Allí, cerca del final, algunas que otras vueltas de tuerca le imprimen una dosis más efectiva a los acontecimientos que transcurren y, dentro de lo inverosímil que nos parezcan muchas resoluciones, se torna más aceptable que lo observado anteriormente.
Desafortunadamente, The November Man no acaba redondeando una performance favorable. Pierce Brosnan es el que mejor sale parado (como era de esperarse) en una proyección en la que muchos diálogos y secuencias nos dejan la sensación de figurar sólo para llenar espacios y en la que el entretenimiento no está netamente garantizado.

LO MEJOR: Pierce Brosnan y su presencia, siempre convincente. Los últimos minutos.
LO PEOR: trillada, no aporta nada nuevo. Intermitente a la hora de entretener.

PUNTAJE: 4,5  

jueves, 12 de marzo de 2015

Kingsman: El Servicio Secreto - Crítica



Espías, acción y humor

¿Parodia? ¿Homenaje? En Kingsman: El Servicio Secreto hay un poco de todo, aunque lo que más se percibe, en relación a los dos términos mencionados al principio, es una especie de cortesía u honra a aquello que califica como cine de espionaje. Matthew Vaughn, reconocido principalmente por X-Men: First Class y por la feroz y desprejuiciada Kick-Ass, sorprende al entregarnos una película en la que uno de sus mejores méritos radica en el entretenimiento constante a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Una exhibición que mezcla con éxito y ritmo las secuencias de acción y de humor.
Colin Firth vuelve a brillar en la piel de un agente secreto que recomienda a un joven (Taron Egerton de gran actuación y carisma) de cara a un competitivo y riesgoso programa de entrenamiento. Esto se da mientras surge una amenaza global proveniente de la mente maquiavélica de un excéntrico millonario (Samuel L. Jackson).


Más allá de algunas que otras exageraciones dentro de los acontecimientos que se exponen durante la narración, Kingsman cumple con su cometido y no decae un solo minuto, sujetando fuerte al espectador a la butaca a base de momentos dotados tanto de adrenalina como de socarronería. Si bien se esmera en resaltar el sello y el estilo británico asociado a los modales y a la caballerosidad, el film no escatima a la hora de construir y volcar sucesos en donde la violencia, agitada, ocupa espacios diversos (similares aunque menos salvajes que en Kick-Ass). Es aquí donde se anota unos puntos extra: las escenas de acción están rodadas con una agilidad tal que conquista y exalta al público. La variedad de planos y movimientos de cámara ante cada impacto, golpe, explosión o disparo, le añade una pizca más sabrosa y poderosa de desenfreno al asunto.
Kingsman: El Servicio Secreto oficia como thriller y comedia (en circunstancias irónica, negra) a la vez. El tinte humorístico con el que Vaughn baña al relato funciona favorablemente, sobre todo si se cuenta con los intérpretes necesarios para llevarlo a cabo. En ese aspecto, Samuel L. Jackson es uno de los responsables centrales de conseguir que lo gracioso salga a flote con creces, al componer un villano estrafalario, singular y por el que también el espectador pueda sentir simpatía. Lo acompaña, en el flanco de los malos, Sofia Boutella. No se puede pasar por alto la mención al trabajo impecable y entrañable que realiza Colin Firth, así como tampoco se puede evadir la sorpresiva aparición de Taron Egerton.


Es cierto que determinadas secuencias (pocas) se tornan levemente previsibles, pero en Kingsman la diversión no se negocia y se pasa de una situación a otra sin intermitencia alguna, hecho que indiscutiblemente influye de manera positiva en el score final de la película.

LO MEJOR: gran homenaje al cine de espías (mezcla James Bond con el costado humorístico de Austin Powers). El reparto y las actuaciones. El ritmo, las secuencias de acción y lo peculiar de cada personaje.
LO PEOR: en pequeños pasajes es previsible y tal vez algo más exagerada de lo aceptable.

PUNTAJE: 8,5

martes, 10 de marzo de 2015

Focus - Crítica



Estafas y mil giros

Focus abarca varios géneros o, más bien, incursiona en unos cuantos. Mientras el tráiler nos vende una cinta de robos y estafas, al momento del desarrollo la historia se desdobla con frecuencia hacia el romance y, en algunos pasajes, apela a la comedia. Quizás este sea el inconveniente principal que sufre la proyección dirigida por Glenn Ficarra y John Requa (I Love You Philip Morris): es en su intento por contener matices diversos que pierde el foco de lo que realmente interesa. El resultado final no termina de satisfacer netamente, pero al menos se salva por algunas que otras escenas meramente entretenidas.
El carisma de Will Smith todavía permanece intacto y redondea un buen trabajo en el papel de un timador al que no se le escapa un solo detalle. Su experiencia en la materia y sus métodos siempre parecen ser redituables. Nicky, nuestro protagonista, conoce a una joven sensual llamada Jess (Margot Robbie), quien quiere iniciarse en el oficio. Las cosas se complican o toman otros rumbos cuando ambos se ven inmersos en una relación amorosa.


La película de Ficarra y Requa funciona cuando las situaciones nos remontan al ámbito del engaño, donde cada uno de los especialistas realiza su labor en tareas de diferentes niveles de dificultad. Filmada en parte en Argentina, Focus arranca como una promesa ágil y llevadera pero a los pocos minutos deja en evidencia su punto más débil, el destinado a enseñarnos el costado romántico del relato, algo que más adelante se tornará monótono hasta casi el hartazgo. Las secuencias decididas a exponer lo que sucede entre Nicky y Jess carecen de fuerza, de emotividad y tal vez hasta no gocen de la suficiente química como para que el espectador se sienta parte de lo que le cuentan. Existen, en dichos senderos, muchos diálogos que dan la apariencia de estar de relleno para simplemente sumar minutos, puesto que no nos llevan hacia ningún sitio ni enriquecen el asunto.
Si hay algo por lo que el film vale la pena es por lo ingenioso de sus vueltas de tuerca y por los sucesos vinculados al mundo del fraude, primordialmente cabe resaltar la escena que se da en el palco de un estadio de fútbol americano. Son esas circunstancias las que suplen la falta de tensión o de audacia para conquistar completamente al observador. Si bien el entretenimiento es intermitente, la propuesta cumple con lo justo gracias a la gran cantidad de giros que posee, los cuales son siempre bienvenidos.

LO MEJOR: las vueltas de tuerca. Los momentos asociados a las estafas. La escena del estadio.
LO PEOR: el costado romántico de la historia resulta fallido y denso. Irregular a la hora de entretener.

PUNTAJE: 6

sábado, 7 de marzo de 2015

Películas del Recuerdo - Punch-Drunk Love



Alocado y excéntrico amor

En el año 2002, Paul Thomas Anderson dividía al público, prácticamente sin medias tintas, cambiando su registro y dando a luz a Punch-Drunk Love. Mientras las comedias románticas no ofrecían nada nuevo al enseñarnos una y otra vez el mismo tipo de historias, el director de Magnolia apostaba sus fichas a un tono diferente y excéntrico (fiel a su estilo) dentro del género. El resultado fue una suerte de experimento envolvente, amado por muchos y odiado por otros tantos.
Lo que para un cúmulo de personas resultó un aburrimiento sin sentido, para otro gran porcentaje acabó siendo una obra única y magnética. Existen cuestiones que separan a defensores de detractores: sobre gustos no hay nada escrito y en este aspecto nunca se pondrán de acuerdo entre ambos bandos, pero lo que se desprende como irrefutable es el carácter original (y arriesgado) que supo distinguir (y todavía distingue) a la proyección de Anderson de una amplia variedad de películas que se lanzaron en el rubro.
Punch-Drunk Love contó con la peculiaridad de trabajar en el inconsciente del ser humano (algo curioso y recurrente dentro de la filmografía del realizador), llevando al espectador a experimentar una diversidad de sensaciones con las que se sienta a gusto sin poder explicar con certeza por qué. Para conseguirlo, vale remarcar, en primera instancia, el magnífico y sorprendente rol ejercido por Adam Sandler como Barry, un sujeto solitario, introvertido, al que le cuesta expresar sus emociones. Dueño de su propio negocio y criado alrededor de siete hermanas, Barry es más misterioso de lo que nos muestra la historia apenas en su escena inicial (en la que descubre cómo sacar provecho de una falla en una promoción para obtener importantes beneficios). Su vida da un giro brusco ante la aparición de una mujer llamada Lena (Emily Watson) casi tan rara como él, con la que inicia una aventura romántica.


Anderson supo aplicarle al relato unas breves dosis de surrealismo en determinados pasajes, dejando marcado su sello y permitiendo así que el asunto suene más interesante. Otro de los aciertos, además, estuvo dado en la elección de una musicalización tan extraña como agobiante. Las melodías que acompañaron cada secuencia se valieron de una condición opresiva y sofocante, transportando al observador a insólitos y abrumadores estados (muchos consideraron este elemento como algo insoportable).
Lo que captó la atención de gran forma fue esa capacidad de volcar a la pantalla una relación de amor entre dos personajes acomplejados, estando ambos más cerca de lo “freaky” que de lo cuerdo. De ese vínculo singular, de esa sensación de que cualquier cosa puede pasar, se desprenden cuestiones que permitieron que el film gane puntos en imprevisibilidad, algo que definitivamente lo hace todo más atractivo. La paranoia, la locura, el retraimiento de Barry y la personalidad intrigante de Lena sirvieron para introducirnos y hacernos partícipes de la estrafalaria conexión entre los intérpretes centrales.
Lo trillado se hizo a un lado. Punch-Drunk Love no aceptó ningún tipo de acontecimientos vistos y quemados por las típicas y sensibles comedias románticas. Paul Thomas Anderson conmovió a su manera: lejos de un humor hilarante y más próximo a un tono absurdo, repentino e inesperado, el realizador arriesgó y consiguió, nuevamente, diferenciarse.

LO MEJOR: lo original de la propuesta, la forma elegida para narrarla. La increíble interpretación de Adam Sandler. Excéntrica y diferente, combinó la comedia con el drama romántico. La música, agobiante acorde a los estados y momentos del protagonista.
LO PEOR: esencial verla con paciencia.

PUNTAJE: 8,5

miércoles, 4 de marzo de 2015

Inherent Vice - Crítica



De hippies, yerbas y enredos

Difícil que una noticia que anuncie el lanzamiento de una nueva película de Paul Thomas Anderson pase desapercibida. Es que el director ha sabido diferenciarse con un estilo muy particular que, más allá de que pueda dividir aguas es, como mínimo, llamativo y cautivador. Inherent Vice representa su último trabajo hasta el momento y probablemente su peor cosecha. Lamentablemente la enrevesada y confusa historia que nos narra (basada en una novela de Thomas Pynchon) se desmigaja conforme los minutos transcurren, perdiendo fuerza de forma progresiva y haciéndose cada vez más densa.
Joaquin Phoenix vuelve a encabezar el protagónico encarnando a un excéntrico detective privado llamado Larry Sportello que ante la visita y el pedido de su ex novia, se adentra en un caso bastante misterioso y complejo. El doc Sportello se mueve de un lado hacia otro (siempre bajo los efectos de la marihuana) descubriendo pistas y topándose en su camino con sujetos de toda calaña, viéndose envuelto en diferentes tipos de embrollos.


Uno de los problemas principales de Inherent Vice surge de la decepción que percibe el espectador ante un producto que nada tiene que hacer en comparación con las obras anteriores que supo crear Paul Thomas Anderson. Por citar algunos ejemplos, se puede mencionar que el realizador californiano ha conseguido fascinar con aquel intenso e ingenioso film de historias cruzadas denominado Magnolia y manteniendo al público hipnotizado pese a las más de tres horas de duración que poseía. También logró conquistarnos mostrando su capacidad para cambiar de matiz con Punch-Drunk Love, esa extrañísima y brillante comedia romántica en la que Adam Sandler nos regaló una de las mejores interpretaciones de su carrera. El grado de desilusión, entonces, es más alto precisamente por la expectativa que genera de antemano la exposición de cualquier labor que involucre a Anderson.
Inherent Vice se vale de un reparto de lujo en donde Joaquin Phoenix se destaca demostrando una vez más su versatilidad. Josh Brolin acompaña de buena forma, constituyendo el dúo, posiblemente, uno de los puntos más fuertes de la película. Lo que se presenta como una narración intrigante comienza a desarmarse poco a poco bordeando lo tedioso y poniendo en riesgo la atención que el observador está dispuesto a prestar. Esta especie de comedia combinada con cine neo-noir sufre de momentos casi soporíferos, como asimismo ocurría en The Master, a diferencia de que la última mencionada sacaba provecho del plus que le otorgaba su peculiar dosis de magnetismo visual.


La ambientación, el vestuario y el retrato de una sociedad corrompida en varios aspectos no alcanzan, más allá del tono satírico empleado, para entregarnos un producto convincente. Dos horas y media en las que sobran unos cuantos minutos, sobre todo por el modo elegido para exhibirnos los eventos. En el film hay lugar para que desfilen diversos personajes (y caras conocidas como Reese Witherspoon y Owen Wilson); también para que las cosas se tornen confusas en algunos pasajes. Muchos de estos elementos son los que no terminan de enganchar, de conectar, dejando un sabor más amargo de lo esperado, sobre todo por tratarse de una obra proveniente de un director de la magnitud de Paul Thomas Anderson.

LO MEJOR: las actuaciones. Algunas secuencias aisladas. Rubro técnico.
LO PEOR: el modo en que se narran los acontecimientos. El aire de pesadez se apodera en escala creciente del relato. Extensa en demasía.

PUNTAJE: 4,6