sábado, 29 de marzo de 2014

Películas del Recuerdo - Tesis (1996)


De intriga y snuff movies

Ópera prima de Alejandro Amenábar (poseía dos mediometrajes en su haber) que se convirtió en película de culto. Tesis sorprendió y enlazó al público por su carácter intrigante en un thriller que vira mientras se va desarrollando de modo que el observador no tenga todos los cabos atados hasta el final. El realizador no se estancaría en su filmografía y cosecharía más adelante proyecciones de gran calibre como Los otros y Mar Adentro, entre otras, remarcando así su buena mano desde la dirección y el guión.
Ángela (Ana Torrent) es una estudiante que prepara su tesis sobre la violencia audiovisual. El director de su trabajo universitario se presta a brindarle ayuda para buscar información adicional en la facultad, pero lo encuentran muerto mientras observaba un video. Ángela empieza a entablar relación con Chema (Fele Martínez), un compañero de rara apariencia, fanático y coleccionista del gore y de la pornografía. En el medio, emerge Bosco (Eduardo Noriega), un joven de extraños comportamientos.


Amenábar  hace más atractiva la historia al valerse de una musicalización que juega a favor del suspenso, ocasionando estados de tensión y nervio que de a ratos le hacen un guiño a buenas cintas de terror. La atmósfera que crea en los momentos de mayor rigidez porta un tono tan oscuro como exasperante, colaborando así con la cimentación de un thriller nato, puro y poseedor de aquellos elementos primordiales que los amantes del género le piden a todo producto de este rubro. Pero también, la presentación y el desenvolvimiento de los personajes transcurren mientras desenmarañan y a la vez vuelven a liar los eventos, esparciéndose a través de un entretenimiento de misterio no resuelto hasta el desenlace, en ese agradable despiste que suelen tener los films que involucran a uno o más asesinos a desenmascarar.
Amenábar explora hábilmente esa peculiar curiosidad de la gente por el morbo. Ante aquellos acontecimientos desagradables, sangrientos y/o shockeantes y aún sabiendo que les puedan causar una mala impresión o un recuerdo ingrato en la mente, muchas personas sienten esa suerte de necesidad de querer mirar, investigar e indagar de qué se trata. Por ello también expone en pantalla la cita a las denominadas snuff movies, esos videos violentos sobre asesinatos, descuartizamientos y otras yerbas. La antítesis a este tipo de filmaciones la invoca a través de Ángela, la protagonista, quien las repudia pero, así y todo, en ciertas instancias no puede evitar abrir un hueco entre los dedos de la mano que tapan su vista para merodear y observar; o bien inmiscuirse entre hombres y mujeres intentando visualizar cómo quedó el cuerpo de la víctima de un accidente.
Incluso con determinadas y leves fallas, o más bien discutibles resoluciones, Tesis resulta una muy buena película, un clásico de gran factura técnica que cumple con creces su objetivo de conectar al espectador, tensionarlo y a la vez entrenerlo.

LO MEJOR: la construcción de personajes, las actuaciones. Intrigante, oscuro, muy bien llevado. Thriller neto, de los disfrutables. Cautivante banda sonora, suspenso asfixiante.
LO PEOR: aproximándose hacia el final parece decaer levemente en dos o tres secuencias de menor ritmo. Determinaciones del tipo “¿cómo llegó tal sujeto allí?”.

PUNTAJE: 7,8

miércoles, 26 de marzo de 2014

El gran hotel Budapest - Crítica


El elegante y extraño mundo de Wes

Aires distintos se perciben cada vez que Wes Anderson lanza un nuevo producto. También emerge la ansiedad por observar aquello que nos vaya a enseñar, gracias a ese universo sutil, refinado, excéntrico e irónico que suele crear el director de Moonrise Kingdom y con el cual ha acaparado la atención y la admiración de quienes se proclaman como sus seguidores. Es fácil disfrutar de proyecciones de este tipo, en donde cada imagen se halla embelesada por la mano del realizador oriundo de Houston de modo tal que el espectador sólo se deje llevar por la estética y por una manera sabrosa y distinguida de narrar las situaciones.
La película se desempeña (si bien recurre a giros temporales) la mayor parte del relato en los años 30, interiorizándonos en la vida de Gustave H. (Ralph Fieness), un reconocido conserje de un afamado hotel europeo, quien entabla una amistosa relación, prácticamente de hermandad, con el joven Zero Moustafa (Tony Revolori), el “botones” del establecimiento. Gustave parece ser el heredero de una pintura de un valor inconmensurable, motivo por el cual nacen las disputas de los miembros de toda una familia por recuperar tamaño cuadro.


El gran hotel Budapest es acreedor de un reparto glorioso, digno de ser envidiado por cualquier producción. Durante hora y media aproximada de metraje se agradece la participación de, además de los mencionados protagonistas, Bill Murray (actor cliché de Wes), Jude Law, Willem Dafoe, Edward Norton, Jeff Goldblum, Adrien Brody y hasta el propio Harvey Keitel, entre otros. Vale destacar el rol que ocupa Revolori secundando atinada y lealmente a Fiennes tanto desde su labor interpretativa como en la crónica que se describe en la ficción.
El film está plagado de loas hacia el sentido visual del público; todo se encuentra impregnado de una ambientación colorida, atractiva y preciosista. Técnicamente sublime, Anderson se vale de su apelación a travellings (idóneamente utilizados) para exponer en pantalla circunstancias propicias de géneros diversos. El guionista-director recorre caminos valiéndose de ese humor que tan bien maneja a través del sarcasmo, así como también se da el gusto de incurrir en lo aventurero, en lo romántico hasta práctica y levemente rozar tintes de thriller. Lógicamente, con su peculiar sello, con ese tono que oscila entre lo inocente y lo satírico.
Es cierto que la trama no se luce por su originalidad, pero sí resulta acertado indicar que Wes Anderson se caracteriza y se especializa por ser un eximio narrador de historias. Y de eso se trata, este es el punto por el cual El gran hotel Budapest, como toda cinta engendrada por el creador de Rushmore, adquiere plenitud. El cómo contarlo poniendo todas las cartas sobre la mesa, con montajes ágiles, movimientos de cámara veloces más una presentación y un desarrollo adecuado de los personajes acaba fusionándose con la totalidad de los componentes que tienen espacio en la obra dejando sumamente satisfecho al observador.

LO MEJOR: la manera que emplea Anderson para contar la historia, como de costumbre. El tono que emplea. Su humor. Fiennes y Revolori, los más destacados. El reparto en general. Sublime desde lo técnico y lo estético.
LO PEOR: no invita a trascender más allá de pasar un gran momento de disfrute por su belleza visual.

PUNTAJE: 8

lunes, 24 de marzo de 2014

El sobreviviente (Lone survivor) - Crítica


Código de honor

Otra historia basada en eventos reales, dirigida por Peter Berg y con un título que spoilea bastante. El sobreviviente encontró su lugar en los Oscar al haber sido nominada en las categorías de Mejor Sonido y montaje del mismo. Buen producto, filmado acertadamente para generar en el espectador sensaciones variadas y con la particularidad de poseer a Mark Wahlberg en el protagónico.
Lone survivor narra las memorias de Marcus Luttrell (Wahlberg). En ellas se desmenuza aquella odisea vivida por nuestro personaje principal junto a sus tres compañeros durante 2005 en Afganistán. La misión: finiquitar a un líder terrorista. Las cosas se ponen más complicadas de lo previsto cuando se topan con un importante grupo de talibanes armados.


La película encuentra, en sus dos horas de duración, la forma adecuada de fragmentar las situaciones de modo tal que existan instancias de índole bélica, con acción y una buena dosis de tiroteos, y también momentos en los que el recurso a lo dramático no suene forzado. De eso se trata: más allá de acarrear, acercándose a la mitad, escenas de disparos y enfrentamientos, El sobreviviente no es particularmente una cinta neta y exclusivamente de fogonazos.
La cámara se mueve y temblequea a la par del pulso de quienes se ven involucrados en la encomienda; asimismo recurre a primeros planos para reflejar las expresiones de los rostros. Impotencia, angustia, desesperación y valentía se entremezclan a medida que los sucesos se acontecen.
Pese a partir de un episodio que sucedió realmente, cuando un film está bien contado el observador agradece, porque aunque sepa lo que va a ocurrir o conozca el final de antemano, si las secuencias lo trasladan a diversos estados que lo movilicen, todo suena más convincente y, por qué no, sorpresivo. Mucho de esto arrastra la proyección que dirige Berg.
La narración se toma su tiempo para entrar en zona de enlace, pero una vez que ingresa, lo que muestra es más que satisfactorio. Desgarradora, cruda, con unas cuantas heridas que se explicitan para conectar al espectador con el grado de importancia de los acontecimientos, la obra cinematográfica deja un espacio, también, para plantear cuestiones éticas, morales y hasta de solidaridad. Efectiva, con un patriotismo esta vez menos exagerado que en historias similares, Lone survivor, lejos de trascender, cumple con creces.

LO MEJOR: bien narrada y filmada. La interpretación de Wahlberg, sobre todo hacia el final. No se limita sólo a los eventos que tengan que ver con la guerra y al desparrame de municiones. Lo que se expone en los créditos finales.
LO PEOR: tarda un poco en enlazar al público. Se puede contar en menor cantidad de metraje.

PUNTAJE: 7

jueves, 20 de marzo de 2014

Berberian Sound Studio - Crítica


Oír y sentir

Extraño resulta el film dirigido y escrito por Peter Strickland. Berberian Sound Studio es más bien una experiencia sensorial, una historia que juega con todo aquello que le permita al espectador, principalmente desde lo auditivo, involucrarse sin pensar demasiado, dejándose así llevar por una impactante e impecable mezcla de sonidos.
Gran actuación de Toby Jones encarnando a Gilderoy, un técnico especialista en todo lo que concierna a lo sonoro de las películas. En los setenta, viaja a Italia con el fin de trabajar en el estudio de Giancarlo Santini, un realizador de perturbadoras cintas de terror. Los problemas se van dando a partir del precipitado modo de ordenar y encomendar tareas por parte del creador y del productor de tales obras, algo que no hace más que sacar de eje al recientemente contratado.


Una hora y media de metraje que se puede caracterizar por la división en dos partes distintas en cuanto al desarrollo y a la manera de enseñarnos lo que acontece. Ya desde el arranque se percibe un punto de inflexión que se va acentuando conforme avanza el relato, y tiene que ver con la incomodidad de nuestro protagonista para desempeñar sus labores en un ámbito que no siente como propio. Gilderoy, tímido y de pocas palabras, no comulga con el terror y con lo alborotador de las narraciones de Santini. Pero el sujeto además de un experto en lo resonante es un artista, capaz de sacarle el chirrido más convincente a cualquier elemento que se le ponga a su alcance.
La primera instancia de Berberian Sound Studio es envolvente por lo interesante que se advierte la cimentación de determinadas escenas a través de los sonidos. Se despedazan y se machacan frutas y verduras, por ejemplo, para crear un efecto específico, con un retumbe acaparador que, a los oídos del público y escoltado de una atmósfera siniestra, enlaza e hipnotiza. En este tramo de la proyección, todo es un experimento que apunta a taladrar la cabeza del observador, bombardeándolo de una gran variedad de graves, agudos, chirridos y melodías sumamente sugestivas. Incluso se aprecian unos atinados toques de ironía mediante la personificación casi burlesca de los “capos” italianos del estudio, con sus mañas y terquedades.
En dirección al final y conformando el segundo trozo de la narración, la trama pierde fuerza relegándose o derrapando hacia el surrealismo casi “lynchiano”, y aunque no se discuta el calibre técnico de las imágenes, ciertos aires de densidad se hacen presentes empeorando levemente la performance de la cinta.

LO MEJOR: El sonido, es el punto clave del film, sublime. La atmósfera de horror que se crea, oscurísima. Toby Jones.
LO PEOR: de a ratos y hacia la culminación del relato, se hace algo pesada. Abusa, innecesariamente en el último recorrido, de lo onírico.

PUNTAJE: 7

viernes, 14 de marzo de 2014

Películas del Recuerdo - Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004)


Volvamos a Montauk

Eternal Sunshine of the Spotless Mind posee todos los componentes necesarios como para que sea considerada una película de culto. Sin embargo, e incluso valiéndose de una narrativa aislada de lo lineal, dotada de pasajes oníricos y de momentos enrevesados que motivan al espectador a pensar, no fue enmarcada dentro de esa catalogación.
Dirigida por Michel Gondry, la cinta nos remite a una historia que combina el drama, el romance y elementos de fantasía. Nos adentra en la vida de Joel (Jim Carrey) y en su tristeza al enterarse que su pareja Clementine (Kate Winslet) lo ha borrado de su mente tras asistir a un centro que utiliza extraños métodos para lograr este tipo de resultados en sus clientes. Joel, encerrado en su aflicción, no tiene mejor idea que concurrir al mismo sitio para someterse al proceso y suprimir de su cabeza a Clementine.


Esta vez no hay lugar para las carcajadas ni tampoco para una sola mueca de quien es un as a la hora de transformar sus expresiones faciales en busca de la complicidad cómica con el espectador. Jim Carrey da muestras y deja vestigios de que puede conmover desde otro rol (como ya lo había conseguido con su interpretación en The Truman Show), ajustándose de gran forma al carácter sensible de la narración. Es que Eterno resplandor de una mente sin recuerdos es un film que sabe en qué momento calar hondo, percibiéndose sumamente profundo.
Enmarañado a través de un creativo bucle argumental, aunque lejos de pasar la barrera hasta la cual es aceptable y bienvenida la confusión, el relato expone las diferentes etapas por la que pasan las parejas. Al comienzo todo es frenesí y enamoramiento ciego; el correr del tiempo acarrea la costumbre, los fastidios y reproches de un lado a otro; y ante una distanciación, lo que aparece y reina es el sentimiento exasperante de valorar lo que uno se da cuenta que está perdiendo.
Pero la proyección de Gondry no es un típico conjunto de sucesos de índole amorosos exhibidos bajo un orden cronológico recto; es aquí, en sus virajes, flashbacks y apelaciones oníricas reflexivas donde el asunto se torna tanto atractivo como trascendente. Desde lo fantástico se crea un mundo de sensaciones diversas y encontradas, a partir de las cuales el problema en cuestión se va tiñendo de una intensidad que crece progresivamente mientras se pone al observador en una posición de angustia e identificación con los eventos y personajes.
Aguda, penetrante y ampliamente emotiva, Eternal Sunshine of the Spotless Mind sabe cómo enlazarnos y sujetarnos fuerte, de modo la rememoremos sin poderla olvidar siquiera doblegados en un tratamiento similar al que se supeditan los protagonistas para eliminar sus memorias.

LO MEJOR: el guión, su originalidad. Las actuaciones de Carrey y Winslet. Subtramas que abarca. La recurrencia a la variación de color de pelo del personaje que compone Kate para adecuarse a diferentes períodos de tiempo y a la vez expresar un estado de ánimo. Profunda, conmovedora.
LO PEOR: quizás, hilando muy fino, algunas determinaciones discutibles.

PUNTAJE: 9

martes, 11 de marzo de 2014

3096 días - Crítica


Exasperante privación de libertad

Película alemana dirigida por Sherry Hormann basada en hechos reales, más precisamente en el aberrante y agobiante episodio vivido por una niña austríaca hacia finales de los años noventa. La directora construye un universo turbio prescindiendo de una banda sonora insinuante y simplemente valiéndose de todos aquellos movimientos de cámara y planos que sugestionen al espectador desde la claustrofobia que portan los acontecimientos.
La historia de Natascha Kampusch es impactante. En 1998, a sus diez años, fue secuestrada mientras iba camino a la escuela por un sujeto llamado Wolfgang, quien la tuvo en cautiverio durante casi una década, sometiéndola a un despojo supremo. Ubicada en un recóndito y pequeño cuarto, Natascha fue víctima del comportamiento enfermo y dominante de su raptor.


3096 días se mete de lleno de inmediato en lo monstruoso de los sucesos para abarcar la mayor cantidad de minutos posibles en enseñarnos lo ocurrido. Para ello y, resultando destacable este aspecto, Hormann no necesita de excesos desmesurados para generar rechazo y desesperación en el observador. Tampoco apela a desmenuzar detalles minuciosos e interminables de cada acción, puesto que sabe en qué momento cortar cada escena. La ausencia en casi todo el film de la musicalización funciona al ser sustituida por primeros planos a los personajes que denoten angustia, insatisfacción y diferentes tipos de estados de ánimo que se van sorteando durante la proyección.
Insoslayable resulta la mención a la actitud fríamente calculadora y a la vez quedada para moverse de Natascha. En la infanta se perciben una mezcla de sensaciones que gobiernan su ser pero que no la dejan actuar con impulsividad. Es que, ¿cómo puede una niñita zafarse de un adulto que la tiene secuestrada en un espacio meticulosamente creado para ser jamás descubierto? ¿Cómo dominar la ira, la angustia y la impaciencia por tanto tiempo?
La cinta explora también la cuestión de nunca terminar de conocer por completo a una persona. A Wolfgang se lo muestra como un tipo de buena imagen, instruido y ordenado. Las apariencias engañan. Su madre ve el caso en el noticiero y hace un comentario al respecto. No tiene idea de que su hijo es el autor de tamaña atrocidad.
Una narración de culpas, arrepentimientos, congojas y de una zozobra claustrofóbica capaz de movilizar al público e inquietarlo a grandes escalas.

LO MEJOR: el modo en que se cuenta, incomodando al espectador sin recaer en excesos innecesarios. Los planos, los estados a los que nos transporta.
LO PEOR: el final, quizás un poco gélido e insulso.
PUNTAJE: 6

sábado, 8 de marzo de 2014

Una familia numerosa (Delivery man) - Crítica


De manual

Una familia numerosa cuenta con la (omni) presencia de Vince Vaughn para realzar un poco la performance del film y atraer a un mayor número de espectadores, principalmente a aquellos adeptos a su estilo. Pero muchas veces con un comediante ducho en el tema (aunque algunos no comulguen con él) no alcanza siquiera para mantener el nivel de la original. Porque en verdad, esta cinta es una remake de aquella proyección canadiense titulada Starbuck, que tuvo lugar en el 2011 bajo la dirección y el guión (por cierto creativo) del propio Ken Scott, quien ahora lanza el producto gracias a Dreamworks.
Vaughn cumple con su rol interpretando a David Wozniak, un repartidor de carne que en su juventud se ganó unos dólares donando esperma. Confundido y sin encontrarle un rumbo certero a su vida, se entera de que es padre de 533 hijos y que más de 100 quieren conocerlo. En el medio de tamaña noticia, acarrea una importante deuda y su especie de novia (o acompañante esporádica) le comenta que está embarazada de él.


Difícil de definir en términos puntuables, Una familia numerosa porta un peso algo más fuerte en sus dificultades que en sus aciertos, y ese es el principal desatino por el cual no cierra o no termina agradando por completo. Lo cierto es que su protagonista es quien saca adelante algunos contados momentos complacientes a partir de su gestualidad y de lo oportuno de sus gags. Su timing a la hora de sacar sonrisas y de generar empatía resulta no sólo aceptable sino también convincente. Todo lo que resta es irregular, pero en demasía, y posiblemente este sea el factor más importante en cuanto a los problemas de conexión y enlace para con el público.
Si bien la película está encuadrada como comedia, el tinte humorístico parece ser el que menos prevalece en la historia. A grandes rasgos, cada tres cuartos de pasajes que se delimitan prácticamente en un drama acentuado por la banda sonora y por apelaciones sentimentales bastante trilladas le sigue (o se mezcla en el medio) una instancia pasablemente jocosa.
Previsible y de a ratos algo cansina por su peculiar y desigual derrotero, Una familia numerosa se opaca fácil y continuamente por su intermitencia e indefinición, siendo estos componentes los que actúan como primordiales para no acabar de sazonar correctamente y conquistar así el paladar del observador.

LO MEJOR: Vince Vaughn y algunas circunstancias entretenidas o risueñas.
LO PEOR: oscila entre el drama y la casi comedia, valiéndose más del primero para proceder a contarnos la historia. Pierde el rumbo, parece boyar en la nada misma de a ratos. Previsible.

PUNTAJE: 5

viernes, 7 de marzo de 2014

Películas del Recuerdo - Unforgiven (1992)


A cara de perro

Cuatro Oscar se llevó por aquel entonces Unforgiven (Los imperdonables), entre ellos el de mejor película y el de mejor director. Un western inolvidable a cargo de Clint Eastwood, también protagonista, y escoltado por un reparto dotado de grandes personificaciones como las de Gene Hackman (enorme actuación como un sheriff vil, odioso) y Morgan Freeman.
En esta oportunidad, Clint, con su particular ceño fruncido, encarna a William Munny, un pistolero viudo padre de dos niños. Un hombre que supo hacer todo tipo de trabajos sucios vinculados a su pasado como sicario. El destino lo vuelve a poner al ruedo cuando un jovencito lo va a buscar, conociendo su oscuro historial, para que lo acompañe en un encargo cuyo objetivo son dos vaqueros que le cortaron la cara a una prostituta.


No hay síntomas de pesadez ni de aburrimiento durante las dos horas de metraje de Unforgiven. Todo transcurre y es narrado bajo un ritmo ameno, disfrutable, en donde cada diálogo permite ir elaborando y construyendo una idea de cada personaje. Reflexiones, valores, códigos de amistad y acertadas secuencias en las cuales los tiroteos y los enfrentamientos se asocian con la tensión forman parte de algunos de los componentes que priman en la proyección. Pero lo más atinado y apreciable radica en la desmitificación del héroe que Eastwood expone en pantalla al evidenciar, en la narración, que ninguno que se presente como bueno esencialmente lo es, al acarrear manchas o eventos salvajemente desafortunados en su haber.
A pesar de la enmarcación de William Munny como el sujeto elegido a la hora de la venganza, o aún tras su alejamiento del alcohol y de toda encomienda (por algunos años) que tenga que ver con la matanza, o incluso más allá de la empatía que el observador pueda tener con él, sus antecedentes son repudiables, injustificables. Imperdonables, de eso se trata.
Sangre fría, pulso firme, culpas y una hombría que parece medirse, desde la leyenda (acertadamente rebajada) que avale como más valeroso a todo aquel que haya sabido cargarse a unos cuantos a puros balazos. Unforgiven aborda todo eso y se percibe de manera aún más profunda. Un western en el que las fábulas acerca de hazañas cometidas por figuras llevadas a la gloria como paladines pueden resultar más grandilocuentes dependiendo de quién las cuente. Una cinta memorable, imprescindible, en donde la inocencia no obra como denominador común en ninguno de los sujetos ni mucho menos.

LO MEJOR: las actuaciones de los tres personajes principales. La historia y el modo en que se cuenta, con profundidad incluso aún tratándose de un relato de tipos recios del oeste. La mano de Clint Eastwood para abarcar todo desde la dirección y desde su encarnación.
LO PEOR: la presencia de tramos predecibles.
PUNTAJE: 8,8



martes, 4 de marzo de 2014

Películas del Recuerdo - Vértigo (1958)


Retrato de una obsesión

No tan reconocida como Psicosis aunque para muchos la “Masterpiece” suprema del gran Alfred Hitchcock, Vértigo, catalogada como película de culto, va desmenuzando a través de sus casi dos horas de metraje las desolaciones y estados de ánimo cambiantes y profundos del ser humano. Para ello, lógicamente se vale de unas buenas dosis de intriga y, también, para agrado del público, de virajes argumentales que se descubren en los pasajes finales del film.
James Stewart (el “voyeur” de La ventana indiscreta) interpreta a un detective, Scottie Ferguson, que padece de vértigo tras un trágico episodio vinculado a la caída de una cornisa de su compañero. Retirado, un antiguo colega de estudios, Gavin Elster, le encomienda el seguimiento de su esposa Madeleine (Kim Novak), una mujer de comportamientos sumamente extraños a partir de los cuales parece estar poseída por historias de su pasado. Descreído pero curioso, nuestro protagonista se adentra en el encargo mientras comienza a sentir una atracción enfermiza por la rubia, cautivadora y misteriosa Madeleine.


En esta ocasión, el maestro del suspense se aleja un poco de este último término aunque sin despojarse del enigma como elemento movilizador de inquietudes y estrechando la mano con un trasfondo de romance que invoca al adulterio y a la obstinación adictiva que genera ese tipo de sabores relacionados con lo prohibido. Así es como “Hitch” merodea en la “persecución” obsesiva de Scottie y expone, a través de imágenes y puestas en escena de una factura técnica admirable, los sentimientos y fragilidades de un sujeto que, pese a la complejidad del asunto, no puede apartarse de la fascinación que experimenta a medida que va conociendo a la blonda dama de clase.
De tranco lento, manso, aunque con secuencias hipnóticas y con una banda sonora aguda y referencial para futuros largometrajes, Vértigo encuentra el clímax en la segunda mitad. Si bien el primer tramo es poseedor de una introducción certeramente apreciable, es en el sendero más próximo a la culminación del relato donde el público puede deleitarse con una perspicaz vuelta de tuerca.
De visión obligatoria, la cinta supo tropezar con la crítica por aquel entonces, encontrando su ubicación como obra imprescindible y reconocida tiempo más adelante, tal como ha sucedido con otras tantas proyecciones que acabaron situándose en una posición similar.

LO MEJOR: la construcción de los cuadros. La sutileza de las imágenes. La intriga y la apelación de lo romántico para otorgarle profundidad. Buenos giros.
LO PEOR: de ritmo algo denso, en ocasiones, que parecen hacer extenso el metraje.

PUNTAJE: 7,9

lunes, 3 de marzo de 2014

Premios Oscar 2014 - Ganadores


Estos Premios Oscar 2014 parecieron estar dominados por el carácter de lo políticamente correcto a la hora de elegir a los ganadores. Como era de esperarse, 12 años de esclavitud, que supo despertar amor y odio en los espectadores, salió triunfante como Mejor Película. Basando su receta en la mezcla de los condimentos esenciales que se requieren para conmover a la Academia, el film dirigido por Steve McQueen intercala historia y golpes bajos dispuestos a reflejar la crudeza de quienes fueron sometidos a situaciones de denigración extrema, innecesariamente por su naturaleza repetitiva hasta el hartazgo.
Los muchachos de Gravity arrasaron haciéndose de 7 estatuillas sobre 10, entre las que se incluye la de Mejor Director con un Alfonso Cuarón que se destacó por reunir un equipo brillante en donde lo técnico resulta sobresaliente.


A continuación, los Ganadores:

Actor de Reparto: Jared Leto (Dallas Buyers Club)
Maquillaje: Dallas Buyers Club
Vestuario: El gran Gatsby
Efectos visuales: Gravity
Película Animada: Frozen
Canción Original: Let it go (Frozen)
Cortometraje Animado: Mr. Hublot
Cortometraje: Helium
Documental (Largometraje): 20 Feet from Stardom
Documental (Cortometraje): The Lady in Number 6: Music Saved my Life
Película de Lengua Extranjera: La gran belleza
Mezcla de sonido: Gravity
Edición de sonido: Gravity
Actriz de reparto: Lupita Nyong’o (12 años de esclavitud)
Cinematografía: Gravity
Edición: Gravity
Diseño de Producción: El gran Gatsby
Banda Sonora: Gravity
Guión Adaptado: John Ridley (12 años de esclavitud)
Guión Original: Spike Jonze (Her)
Director: Alfonso Cuarón (Gravity)
Actriz: Cate Blanchett
Actor: Matthew McConaughey

Mejor Película: 12 años de esclavitud

domingo, 2 de marzo de 2014

Dallas Buyers Club - Crítica


Toro salvaje

Con seis nominaciones a los Premios Oscar y formando parte de otra película basada en eventos reales, Dallas Buyers Club atrae y convence a través de una historia pertinente a un tema delicado, ganando peso y vigor gracias a las enormes interpretaciones de Matthew McConaughey y de Jared Leto, siendo en estas categorías, las que corresponden a Mejor Actor Protagónico y a Mejor Actor de Reparto, donde puede salir triunfante.
El film narra la vida de Ron Woodroof, un cowboy drogadicto, apostador, promiscuo e iracundo ante cualquier tipo de chicana o comentario que no considere acertado. Su cotidianidad da un giro inesperado cuando le diagnostican el virus del HIV y le dan tan sólo 30 días de existencia.
La escena inicial, situada en un rodeo, lo muestra a Ron en uno de los hábitos que lo definen como hombre de excesos al mantener relaciones sexuales con dos prostitutas. Atinados simbolismos son los que utiliza como recurso el director al intercalar el goce de Woodroof mientras nos enseña lo que sucede en la cerca con un toro, en una suerte de vínculo que connota el carácter valeroso, viril y salvaje de este vaquero texano.


Ron rezonga, frunce el ceño, discute, se droga, bebe y mantiene un ritmo carnal poco cuidado y desenfrenado. Y ese cóctel explosivo le juega una mala pasada. Se desmaya (más bien se desploma) y en el hospital le comunican la peor noticia. Pero el sujeto, reo, homofóbico y descreído se va refunfuñando. Una vez que cae en la cuenta de la realidad, pelea y emprende un nuevo negocio, apoyado en la venta (y consumo propio para sobrevivir) de proteínas y mejunjes a quienes padecen la misma enfermedad.
Jean-Marc Vallée toma un camino distinto del que suelen llevar este tipo de crónicas y evita caer, afortunadamente, en quemadísimos golpes bajos o sensiblerías destinadas únicamente a conmover a toda costa aprovechando la susceptibilidad que porta, desde el vamos, una temática de esta índole. Y probablemente este sea uno de los grandes tinos de la proyección, al encontrar una manera de contar los hechos con coraje y fuerza, sin perder los estribos.
El personaje que interpreta magistralmente Matthew McConaughey se ve movilizado por esa suerte de fecha de vencimiento o cuenta regresiva que opera como motor de búsqueda desesperada de resoluciones provisorias y sumamente arriesgadas, similares (salvando las distancias), por la circunstancia en que se ven expuestos por una enfermedad sin cura, a las que supo afrontar el impresionante Bryan Cranston en Breaking Bad.
Es cierto que el arranque de Dallas Buyers Club va perdiendo algo de fuelle desde la mitad del metraje hacia el final, cobrando una naturaleza algo más habitual y haciéndose, de a ratos, un poco lagunera. Una cinta más que aceptable a la cual no le tiembla el pulso cuando de criticar a las industrias farmacéuticas con sus ciegos fines de lucro se trate, un proyecto que sale más airoso debido al engrosamiento de nivel que le otorgan las actuaciones de McConaughey y Leto.

LO MEJOR: el nivel interpretativo y gestual brillante de Jared Leto y del protagonista de Mud. El modo elegido para narrar los eventos.
LO PEOR: va perdiendo algo de vigor en el camino. Se hace algo extensa por determinados pasajes.

PUNTAJE: 7